Una semana después.
El mundo se había encogido hasta las cuatro paredes del pequeño apartamento de su familia, encima del restaurante. El olor a sofrito y a tortillas de maíz recién hechas se filtraba por el suelo, un aroma que antes era reconfortante y que ahora solo subrayaba todo lo que estaban a punto de perder.
Natalia estaba sentada en el viejo sofá de flores, con la mirada perdida en el televisor. La quemadura en su antebrazo, cubierta con una venda blanca y limpia, era un recordatorio constante y punzante de la traición de Lorenzo.
En la pantalla, él estaba de pie en un podio, impecable en un traje azul marino. A su lado, Valeria Moreno, vestida de un blanco virginal, le apretaba la mano con una expresión de devota admiración. Estaban dando una conferencia de prensa sobre el "trágico accidente" en el Mirador del Coral.
Lorenzo sonreía a las cámaras, una máscara de seriedad y heroísmo.
—…y quiero asegurarles a nuestros valiosos huéspedes y a toda la comunidad de Cancún que la seguridad es y siempre será nuestra máxima prioridad en el Grupo Vega.
Un reportero levantó la mano.
—Señor Vega, se le ha aclamado como un héroe por su rápida actuación al salvar a su prometida, la señorita Moreno. ¿Puede decirnos qué pasó con el personal de la cocina? ¿Hubo heridos?
Lorenzo asintió, su rostro compungido era una obra maestra de la actuación.
—Afortunadamente, todo nuestro valioso personal evacuó a tiempo gracias a nuestros estrictos protocolos de seguridad. Su bienestar era mi principal preocupación después de asegurar a la señorita Moreno.
La mentira fue tan descarada, tan fluida, que a Natalia se le revolvió el estómago. Él ni siquiera parpadeó. La había borrado de la historia. La había dejado morir y ahora negaba su existencia.
Su madre, Elena, entró desde la cocina, secándose las manos en el delantal. Su rostro, normalmente lleno de una calidez incansable, estaba surcado por la preocupación.
—Acabo de hablar con el señor Jiménez, del banco.
Natalia desvió la mirada de la televisión.
—¿Y?
Elena suspiró, un sonido cansado que pareció envejecerla diez años.
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