El infierno se desató en un parpadeo.
Las llamas, alimentadas por el alcohol y el aceite, treparon hacia el techo con una voracidad terrorífica. El sistema de extracción de humos, en lugar de ayudar, avivó el fuego, esparciendo chispas y humo negro y denso por toda la cocina.
—¡Fuego!
El grito de un lavaplatos fue el pistoletazo de salida para el pánico.
El personal de cocina, que hasta entonces había observado la escena desde la distancia, se dispersó en un caos de gritos y carreras. La gente tropezaba, se empujaba, buscando ciegamente las salidas.
Un segundo después, las alarmas contra incendios comenzaron a aullar, un sonido estridente y ensordecedor que se sumaba a la cacofonía del desastre. Los aspersores del techo se activaron, lanzando una lluvia sucia y poco efectiva sobre un fuego que ya estaba fuera de control.
En medio del caos, Valeria Moreno gritó, un chillido agudo de pánico mientras retrocedía torpemente con sus tacones. Camila, a su lado, ya había huido despavorida.
La puerta principal de la cocina se abrió de una patada. Lorenzo irrumpió, con el rostro desencajado por la alarma.
Sus ojos recorrieron la escena en una fracción de segundo. Vio las llamas devorando la pared. Vio a Valeria, tosiendo, con el rostro pálido de terror, cerca de la entrada.
Y vio a Natalia, al otro lado de la cortina de fuego, cerca de la fuente del incendio pero también a pocos pasos de una puerta de servicio secundaria.
No hubo un instante de duda. Ni una sola vacilación.
—¡Valeria!
Corrió hacia ella, sorteando a un cocinero que había caído al suelo. La envolvió con el saco de su traje, protegiéndola de las chispas, y la levantó en brazos como si no pesara nada.
Con Valeria a salvo en su agarre, se dirigió con decisión hacia la salida, hacia la seguridad.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Se Casó con Otra para Humillarme, Ahora Ruega por Probar mi Sabor