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Su Regreso, Su Remordimiento romance Capítulo 1

—Número Diez, se cumplieron los dos años. La familia Aguilar vino a recogerte.

En la penumbra de la habitación, solo parpadeaba una bombilla incandescente en el techo.

Otilia Méndez, acurrucada en un rincón, levantó la cabeza al escuchar aquellas palabras. Una pizca de emoción pareció por fin atravesar su rostro, sucio y entumecido.

Desde que llegó a aquel infierno llamado «Academia de Formación Ángel», había tenido que enfrentar a diario los «maestros» y sus látigos de «enseñanza», soportar el tormento y las humillaciones de sus «compañeros» y cuidarse a cada instante de las traiciones. Cada día se sentía como un siglo.

Y, sin embargo, solo habían pasado dos años.

Como un autómata, se dejó arrastrar fuera del cuarto y a lo largo de un pasillo interminable.

No fue hasta que la puerta de hierro a sus espaldas se cerró con un chasquido metálico, y la luz del sol le hirió los ojos, que Otilia volvió en sí.

Había pasado dos años intentando escapar, dos años en los que estuvo a punto de morir incontables veces. Ahora, por fin, estaba fuera.

—¿Otilia Méndez?

Una voz la sacó de golpe de sus pensamientos. Al mirar en esa dirección, vio a un hombre de pie frente a un llamativo carro deportivo. Vestía una chamarra de cuero color café, pantalones de tipo cargo y botas militares, y la miraba con sorpresa mientras sostenía unos lentes de sol en la mano.

El rostro le resultaba tan familiar como extraño. Otilia tardó un buen rato en reconocer a la persona que, durante dieciocho años, la había llamado hermana: Karim Aguilar.

Antes de cumplir los dieciocho, Otilia era la joya más deslumbrante de Vientario, el tesoro que la familia Aguilar protegía con recelo. No solo tenía el amor de sus padres, sino también el cariño de su hermano mayor y la complicidad de su hermano menor. Incluso tenía un prometido, su amigo de toda la vida.

Pero todo se vino abajo el día de su decimoctavo cumpleaños.

Una joven que se presentó como Juliana Aguilar llegó con una prueba de paternidad, afirmando ser la verdadera heredera de los Aguilar y que una enfermera las había intercambiado al nacer.

—Otilia, tu hermana sufrió mucho allá afuera mientras tú disfrutabas de nuestro cariño. ¿Por qué no puedes ceder un poco por ella? —le recriminó Susana Aguilar.

—¡No tengo una hermana tan malvada como tú! —le espetaron sus hermanos.

Se deshicieron del problema sin pensar ni por un segundo en qué clase de lugar podía ser aquel que acogía a la «basura» abandonada por los suyos.

—¿De verdad eres Otilia? —la voz de Karim estaba cargada de incredulidad.

En su memoria, Otilia era una luna altiva en el cielo, siempre con la barbilla en alto, vestida con las últimas colecciones de las marcas más exclusivas y con las uñas impecables.

Pero la joven que tenía delante llevaba el mismo vestido blanco, ahora amarillento y demasiado pequeño, que vestía dos años atrás, cubierto por una vieja sudadera gris. Tenía las uñas rotas y una expresión vacía y ausente en el rostro que antes rebosaba vida.

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