Otilia se quedó sentada en el asfalto un buen rato, esperando a que el mareo se le pasara. Cuando por fin pudo, se levantó con el cuerpo entumecido.
No sentía tristeza ni se sentía humillada.-
Se registró los bolsillos y solo encontró un billete de veinte pesos, dos de cinco y un par de monedas.
Karim le había dicho que tomara un taxi, pero no le dejó dinero para pagarlo. Parecía haber olvidado por completo que, dos años atrás, cuando la enviaron a la Academia, los Aguilar le habían quitado todo lo que llevaba encima con la excusa de que «sin esas distracciones, podría reformarse mejor». No le dejaron ni una simple liga para el cabello.
Esos treinta y un pesos eran lo único que la antigua dueña de la sudadera le había dejado.
Otilia apretó el dinero en su mano y sintió una punzada en el pecho. El dolor le subió hasta la nariz.
Se ajustó la sudadera, se puso la capucha, guardó las monedas en el bolsillo y empezó a bajar la montaña a pie.
El viento frío soplaba a su alrededor, mientras su figura, solitaria y delgada, se perdía poco a poco al final de la carretera.
…
El clima se enfriaba y la noche caía deprisa.
Tras ganar la carrera con facilidad y celebrarlo con sus amigos, Karim por fin llegó a casa.
Al entrar, se encontró a toda su familia sentada en el sofá con cara de pocos amigos.
Su hermano mayor, Rafael Aguilar, lo reprendió con el ceño fruncido:
—Te pedí que recogieras a alguien, ¿por qué tardaste tanto en volver? ¿Y por qué no contestabas el teléfono?
Karim, confundido, sacó su celular y vio varias llamadas perdidas.
Se encogió de hombros, restándole importancia.
—Ya les dije que hoy tenía una carrera. Si no fuera porque Juli me lo pidió, ¿quién querría ir a buscarla?
Rodeó el sofá y entonces notó la furia en el rostro de sus padres y los ojos enrojecidos de Juliana, como si hubiera estado llorando.
—Tampoco es que no sepa el camino. Además, había apostado con unos amigos. Si perdía, me tocaba invitar la cena.
Juliana, con los ojos llorosos, se dirigió a Rafael.
—Hermano, si ella no ha vuelto todavía, seguro que es por mi culpa.
Se mordió el labio, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Debí haber dicho que me caí sola, que ella no tuvo nada que ver. Todo es mi culpa…
Se acercó y tiró de la manga de Rafael.
—Vamos a buscarla, hermano. Iré a pedirle perdón, seguro que logro convencerla de que vuelva.
Al ver llorar a la hermana que tanto defendía, la preocupación y la culpa de Karim se desvanecieron.
—¡Ni se te ocurra pedirle perdón! Juli, esto no tiene nada que ver contigo.

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