UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 279

Levi se asombró al ver su tienda llena de gente. Había decenas de hombres si no era que llegaban a cientos. Se agolpaban dentro de la tienda y afuera, mirando por los cristales y esperando su turno para entrar. Se quedó paralizado por un momento, mirando a todos esos desconocidos peleando por hacerse notar, a tal punto que él mismo se asomó por uno de los cristales para ver que detrás de su mostrador no había una mujer... aquello era una diosa.

La chica tenía el cabello rubio, largo y lacio recogido en un moño desordenado. Ojos claros, naricita respingona, sonrisa de sirena y un cuerpo como para morir y revivir tres veces. ¡Y Levi lo sabía porque no llevaba abrigo! En cambio llevaba un juego deportivo mini de top y minifalda plisada, con pantaletas que solo le cubrían hasta la mitad de las nalgas, que se le veían cuando se inclinaba... ¡y se inclinaba mucho!

Había un concierto de jadeos cada vez que se inclinaba a alcanzar alguna caja... lo que nadie sabía era que cuanto más pegada al suelo estaba la caja, más costaba lo que iba dentro.

La calefacción en la tienda estaba a todo lo que daba, suficiente para que su piel bronceada se perlara de sudor y todos los que estaban dentro de la tienda tenían que dejar sus abrigos en la puerta para no derretirse.

—Oye, está haciendo mucho frío allí afuera —murmuró Noémi a un hombre echándose hacia adelante—. Tenemos unos abrigos muy buenos... ¿no quieres uno?

Ella se tomaba su tiempo y los tipos sonreían con la baba afuera. Sonreían y compraban. Sonreían y pagaban.

Levi por fin recuperó el sentido, se subió a un muro afuera de la tienda y silbó con suficiente fuerza como para que todos le prestaran atención y se quedaran quietos.

—¡A ver! ¡El relajo con orden! ¡Hagan fila que esto no es un antro! —sentenció con una voz amenazante que mandó a todos a formarse bien derechitos.

Levi era un hombre alto y musculoso, y los que lo conocían sabían también que era un hombre recio al que no le gustaba decir las cosas dos veces. Todos hicieron una fila sin chistar, pero cuando Levi bajó y se dirigió al interior, se dio cuenta de que ni uno estaba parado derecho, todos se inclinaba hacia uno u otro lado para lograr ver a la chica que seguía dentro.

“Fantástico, la fila de los Jorobados de Lucerna”, rumió en silencio.

Levi se acercó al mostrador y la miró fijamente. Era como una muñeca, era preciosa y tenía a aquellos tipos a sus pies, pero enseguida recordó que estaba vendiendo las cosas a precios muy altos, ¡nada menos que al trescientos por ciento! ¡Y eso lo enfureció en un segundo!

Se quedó unos segundos pensando en lo que acababa de escuchar y luego sacudió la cabeza.

—¡Pues eso está muy bien! Pero el exceso de exhibicionismo no es propio de esta tienda y no puedo permitir que esto siga pasando —dijo con un tono de voz firme—. ¿Y dónde diablos está la señora Keller? ¡Ella debería estar aquí, no haber mandado a una puberta irresponsable en bikini!

A su alrededor todos protestaron, pero Levi solo levantó el bambineto sobre el mostrador y le puso al pequeño bebé en los brazos a la chica.

—Tú —le dijo señalando con el dedo—. Llévate al bebé y cuídalo en lo que yo atiendo a los clientes. ¡Y llama a la señora Keller! ¡Dile que estoy muy enfadado con ella por haber dejado que esto sucediera! ¡Es muy irresponsable!

Noémi estaba a punto de replicar, pero el bebito de dos meses gorjeó sobre su pecho y frente a ella hubo otro concierto de suspiros y jadeos. Vale decir que Noémi era copa D natural, así que el bebé parecía estárselo pasando de maravilla.