Aníbal
—Adriana... ¿Qué haces aquí?—
Ella era la chica más linda de la manada, al menos para mí. Si no fuera porque era malcriada y terca, fácilmente podría haber sido elegida como la Luna de mi hermano, pero por su actitud había sido relegada a ser la novia de... mi futuro Beta, y mejor amigo, Gerardo.
Claro que ella estaba loca por mí y me la había llevado a la cama escondida varias veces; habíamos tenido algo en secreto desde hace un tiempo.
—Aníbal... mi amor... no puedes tener otra mujer que no sea yo. ¡No pueden emparejarte con una desconocida!—decía ella chillando, y me doy cuenta de qué, o ella había escuchado nuestra conversación, o el chisme de que me buscarían una Luna había volado.
—Es lo que es, Adriana... además, tú vas a estar con mi mejor amigo—le digo, y ella hace pucheros como una niña. De repente se muerde el labio y abre su abrigo mostrándome que debajo solo tiene una sensual lencería que deja muy poco a la imaginación.
Debo reconocer que se veía muy, muy bien... si ella no fuera tan difícil de controlar, la hubiese marcado hace ya varias noches.
Un Alfa debería tener a la mujer más linda de la manada, la belleza con curvas, y a la vez flaca, firme, de piernas largas y piel perfecta. No el esperpento que me tocó.
—Tú y yo podemos estar juntos... buscaríamos la manera ¿qué dices? ¿Acaso no nos lo hemos pasado bien?—dice acercándose a mí hasta que sus curvas rozan mi cuerpo.
—Viste la oportunidad de que puede ser una Luna... y quieres tener poder—le digo, y ella me da una sonrisita. Toma mis manos y me da un pequeño beso, tentándome. Mi lobo gruñe.
—Es tu decisión, mi Alfa... pero tú y yo sabemos que no conseguirás a una mujer mejor que yo nunca—dice y comienza a besarme ahora con todo.
Adriana siempre había sido una mujer muy atrevida y me complacía en todo lo que quería, y eso me encantaba. De repente yo le empujaba contra una pared, la sujetaba por el cuello, y le terminaba de quitar la ropa. Necesitaba esto, dominar a alguien, tener a alguien bajo mis garras.
—Tú vas a hacer lo que yo te diga ¿quedó entendido? Tú solo eres una lobita desesperada... y yo soy el futuro Alfa— le digo entre dientes mientras la observo de arriba abajo.
Sí era realmente hermosa. Mi beta no podría con semejante mujer, en cambio yo… era un Alfa.
—Lo que tú digas Alfa...— dice ella como puede, y me acerco besarla, y a recorrer su cuerpo con mis manos como tantas veces lo he hecho.
Pero no ocurre absolutamente nada... es como si mi deseo se fuera desapareciendo. Y solo pienso en Carmen. ¡No puedo creerlo!
Mi mate... pienso en su rostro mirándome con esos ojos grandes, en su piel fría cuando la saqué del agua. Su cuerpo se veía tan pequeño y pobre, pero con todo y eso me había encantado tenerla en mis brazos mientras luchaba porque respirara. Le había salvado la vida, no podía verla morir. Mi lobo no me lo permitiría… y muy dentro de mi, yo tampoco.
—¡Maldición, Axel!—grito desesperado.
—Solo la queremos a ella, ¡Solo a nuestra mate!—dice mi lobo testarudo.
—¿Qué sucede?—pregunta Adriana, perdida.
No puedo creer que esté pensando en ella, en la chica fea de la manada, en la humana sin lobo, en la mujer con menos valor de toda Luna de Sangre, esto tiene que ser un castigo.
—¡Cállate! ¿No puedes cerrar la boca?—le grito furioso.
—Solo estaremos con nuestra mate, nadie más—dice mi lobo firme, y yo me agarro la cabeza.
—Aníbal... Por favor, ¿qué sucede?—pregunta ella, y yo estoy agitado y solo puedo pensar en ella, en Carmen. De repente Adriana es nada para mi, no puedo ni verla, siento que me vuelvo loco.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una curvy para el Alfa
La estoy matando, pero necesitamos los capítulos que siguen por favor...
Apasionante, mas capitulos!...
Me encanta...