POV Demetrius
—¿Qué harás ahora?
—Iré a recoger a Valentina al colegio y luego, le dije a Noel que iría por ella a la casa para ir a mostrarle la nueva casa.
—Es una casa muy bonita. Seguro le gustará.
—Eso espero… —sonrío—. Bueno, ya me voy, no quiero hacer esperar a mi hija por ningún motivo.
—Saluda a mi ahijada de mi parte.
—Así será, Maximun
Me levanto de mi asiento, tomo mi billetera, mis llaves y me despido de Maximun para salir e ir hacia el sótano. Llego a este, entro a mi auto y conduzco hasta el colegio de Valentina. Hoy se cumplían dos años y seis meses de matrimonio con Noel, dos años y seis meses desde que empezamos a ser esposos y constituimos una hermosa familia junto a nuestra hija; dos años y seis meses de felicidad…, de suma felicidad. Teníamos nuestros problemas como cualquier matrimonio, pero… lo terminábamos solucionando, siempre antes de irnos a dormir. Ninguno de los dos soportaba la idea de compartir la cama molestos el uno con el otro así que, obligatoriamente, siempre teníamos que solucionar cualquier cosa, antes de acostarnos y hacer el amor por toda la noche.
Llego al colegio de Valentina y me estaciono en la entrada principal. Me bajo del auto y la comienzo a buscar con mi mirada. De pronto, la veo salir y no puedo hacer más que sonreír como un padre hechizado por su hija.
—¡Papaaaaaaaaaa! —grita de lejos y viene corriendo hacia mí— ¡Papá! —me abraza muy fuerte y me da un beso en cada mejilla.
—¡Cómo estás campeona! ¿Qué tal te fue hoy en el colegio? Te he extrañado mucho eh…
—Te quiero, papi —me da otro beso.
—¿Lista para ir a ver a mami?
—Siiiiiiiiii —grita muy fuerte; y se ríe.
—Simepre riendo, Valentina. Siempre riendo —señalo muy firme; y le doy un beso.
Después, la llevo al auto y la siento en el lugar del copiloto. Ajusto bien su cinturón, cierro la puerta y voy hacia el lugar del conductor.
—¿Iremos a ver la casa nueva?
—Así es… y estoy seguro de que te gustará
—¿Todos irán? —pregunta algo triste; y yo sonrío.
—Sí, mi princesa, tranquila. Todos irán —confirmo; y ella sonríe—. Baker. Clara, Rossie, todos…
—Gracias, papi —responde; y yo la miro.
Al igual que siempre, su uniforme estaba todo sucio y desordenado. Yo sonrío al verla así y, como cada tarde, pregunto…
—¿Qué pasó ahora, Valentina?
—Solo jugaba —se encoge de hombros; y yo vuelvo a sonreír.
—¿Se puede saber en dónde? Porque pareces salida de un pantano —bromeo; y ella ríe mucho.
—Jugué fútbol con mis amigos en el césped…, creo que lo habían regado.
—¿Crees? —interrogo obvio; y ella me sonríe.
—A mamá le dará un susto ver tu blanco uniforme manchado de lodo y de césped.
—¿Se molestará? —cuestiona apenada; y yo sonrío.
—Debes aprender a cuidar más tus uniformes…
—Está bien, papá…
—Bueno, vamos a la casa
—Siiiii
—Por cierto, Vale
—¿Papi?
—Tienes lodo en tu frente y tu cabello.
—¡No! ¡Ahora sí Mamá se molestará! —exclama preocupada; y yo río muy fuerte al ver su gracioso gesto.
Ante ello, mi hija me mira curiosa mientras ha llevado sus pequeñas manos a su cabeza y, luego de unos segundos, se empieza a reír conmigo a todo pulmón.
—Ay, Vale… qué graciosa eres.
Luego de aquella curiosa reacción de mi hija, empecé a conducir hasta nuestra casa y ahí recogimos a Noel. Mi esposa, al ver a nuestra hija, solo se limitó a negar con la cabeza para después bañarla. Al final, como siempre, ambas terminaban riendo mucho mientras Valentina terminaba por contarle todas las travesuras que había hecho en el colegio (lo mismo que me había contado a mí en el auto, mientras veníamos para acá).
Salimos de la casa los tres y emprendimos viaje para nuestra nueva casa.
—¿Entonces la maestra no entendió lo que quisiste retratar?
—No —responde mi hija.
—¿Y qué es lo que quisiste hacer, Valentina?
—Pinturas como las que siempre vamos a ver, papá. Como la de tus amigos —precisa; y yo sonrío.
Miro a Noel; y ella hace lo mismo.
—Arte abstracto…
—¡SI! ¡ESE, MAMÁ! —exclama mi hija; y ambos sonreímos.
—Pues si te gusta la pintura y el arte abstracto, podríamos buscar una clase. ¿Te gustaría?
—Sí…, pero a la maestra no le gusta.
—Tranquila, mi amor. Mañana hablaremos con la maestra. Estoy segura que, si le explicas, ella entenderá.
—Gracias, mami
—Te amamos, Valentina —digo; y mi hija nos sonríe.
—Yo también los amo.
Después, continuamos nuestro viaje hasta que llegamos a nuestra casa. A Noel y Valentina les encantó. Esta tenía tres pisos y un sótano. En el sótano, había mandado a construir una piscina y un gimnasio. En el primer nivel, estaba la cocina, la sala, el comedor, un pequeño salón, el cuarto de juegos de Valentina, su sala de experimentos y mi oficina. En el segundo nivel, estaban las habitaciones, tres salones a ser usados como Noel deseara y cuarto de colecciones de vinilo. En el último nivel, estaba el salón de música y nuestra terraza.
En cuanto a los jardines, teníamos tres y había otra piscina en uno de ellos.
La casa era muy hermosa, pero lo que más les gustó a amabas, fue saber que teníamos caballos y un enorme campo que nos dirigía a un lago. Yo me declaraba un fanático de la naturaleza y, cada propiedad, debía tener un lago. Valentina se mostró muy emocionada por aquel también y quiso que diéramos un paseo a bote y Noel y yo no nos pudimos resistir a su petición.
—¡Papá, mira!
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