¿Realmente valieron la pena esos tres años vividos para él?
Iris bajó la mirada hacia sus manos. Aquellas manos que antes tanto cuidaba y atesoraba ya no eran suaves y limpias; al igual que sus ridículos tres años, ahora estaban ásperas y agrietadas.
En ese momento, su celular sonó. Era el acuerdo de divorcio que le había enviado el abogado. Iris lo miró por un segundo y lo cerró. En el espacio para su nombre solo decía "Iris", ni siquiera sabía que su apellido era Arellano.
Qué matrimonio tan patético.
Hizo una llamada, se cambió de ropa y salió de la casa en su carro.
...
En el bar Nocturno, Maximiliano bebía con evidente fastidio, su atractivo rostro endurecido por una frialdad que intimidaba. A su lado, dos jóvenes lo observaban con curiosidad, fijándose sobre todo en las dos marcas que tenía en la cara.
—¿En serio fue Iris la que te pegó? —preguntó Álvaro Linárez con incredulidad.
—Si Maxi lo dice, debe ser verdad —respondió Mateo Santillán, aunque también con un dejo de duda.
—Pero si Iris es un encanto. Debió haberse enojado muchísimo.
—La están divorciando y dejándola sin un peso. Cualquiera se enojaría.
—...
—¿Ya terminaron ustedes dos? —los cortó Maximiliano, lanzándoles una mirada gélida.
Álvaro y Mateo intercambiaron una mirada. Al ver que estaba furioso, decidieron no insistir en el tema y cambiaron de conversación.
—Por cierto, mañana es la cena de gala benéfica. Va a estar el presidente del Grupo Arellano de Santa Flora, dicen que viene a explorar proyectos en Nueva Fortuna. ¿Ustedes van a ir?
Álvaro sonrió.
—¿Hace falta preguntar? Nuestra querida estrella, Carolina, es la embajadora del evento. Maxi seguro que irá. Además, es el Grupo Arellano. Me imagino que toda la gente importante de Nueva Fortuna querrá ir a presentarse. Con que nos dejen las migajas, ya tenemos para ganar un buen dinero. Nueva Fortuna no está mal, pero no se compara con Santa Flora.
La familia Arellano de Santa Flora tenía una historia de más de cien años. Eran una auténtica dinastía, una familia de abolengo. Ellos, en Nueva Fortuna, también pertenecían a la élite, pero comparados con una familia de esa talla, la diferencia era abismal.
En ese momento, dos mujeres entraron al bar: una de aspecto sensual y otra de apariencia sencilla. La mirada de Maximiliano, que vagaba por el lugar, se detuvo en ellas y se tornó afilada al instante.

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