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¡CÁSATE CONMIGO! Tendrás a mi bebé. romance Capítulo 165

Extra Apolo y Sofía: La felicidad de estar juntos

"Narra Sofia Galanis"

Estaba tumbada en una hamaca a la sombra y veía a los niños jugar en la nueva piscina. Fabio , el mejor amigo de mi marido, los vigilaba, lo cual era justo porque la mitad de los sobreexcitados críos eran de Sabrina y suyos.

Yo había tenido que ponerme pesada para que Apolo accediera a construir una piscina en la casa de campo que habíamos comprado fuera de la ciudad. Él prefería que su vida allí fuera más sencilla y menos lujosa que en Londres o en Atenas.

—¡Adonis! —gritó mi esposo de repente al niño de cuatro años que intentaba empujar a su hermana mayor por unas semanas apenas a la piscina—. ¡Para ta!

Pero mi hijo sonrió con ojos traviesos y, mientras no lo miraba, Ezzianne, su hermana, lo empujó y cayó al agua.

—¡Eso es peligroso! —chilló mi marido.

—Los hombres se ponen como locos cuando los niños hacen lo que les sale espontáneamente —comentó Sabrina, tumbada en otra hamaca a mí lado, mientras nuestra pequeña tribu se divertía en el agua saltando ruidosamente y salpicándose.

—Pero es que ellos no están acostumbrados como nosotras a sus travesuras diarias —yo suspiré y me estiré el ligero vestido sobre mi abultado abdomen.

—¿Esperas que esta vez sea un niño? —preguntó Sabrina con la curiosidad de una amiga íntima.

—Creo que Apolo lo desea, pero a mí me da igual, con tal de que esté sano —afirmé recordando lo preocupada y estresada que había estado cuando ocurrió el parto de la niña.

Sin embargo, mi nuevo embarazo estaba siendo mucho más sencillo que el primero. Tenía menos náuseas y me sentía mucho más relajada, aunque Apolo estaba aún más preocupado que la primera vez.

La vida de ambos en Londres había sufrido cambios en todos los sentidos. Cuando los niños tenían dos años, yo terminé mi licenciatura en Historia del Arte, en la universidad de Oxford, con matrícula de honor. Ahora era, además de una conocida artista, tenía mi propia cadena de galerías de arte y además había creado una fundación para el impulso de jóvenes artistas sin recursos. Llevaba una vida muy atareada, pero le encantaba.

Por otra parte, mis suegros de habían establecido definitivamente en Grecia y nos visitaban con frecuencia, sobre todo cuando estábamos de vacaciones en la casa de campo, donde a ellos también le gustaba relajarse. Eran unos abuelos excelentes y valían por cuatro, siempre dispuestos a dejar cualquier cosa que estuvieran haciendo para entretener a los niños y entrar en su mundo.

Esa noche, después de cenar, me metí en la bañera iluminada por velas que me esperaba y sonreí de oreja a oreja cuando mi marido le llevó una limonada servida en una copa de vino.

Extra Apolo y Sofía 1

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