Dentro de la habitación del hospital.
Tatiana permanecía sentada en la cama, tranquila a simple vista, mientras varios doctores y enfermeras la rodeaban para revisarla.-
Ella misma había presionado el timbre junto a la cama para avisar a la estación de enfermería que había despertado.
Después de cinco años siendo un vegetal, ya era suficiente.
Ahora, Tatiana estaba de vuelta.
El divorcio era algo que tenía decidido. ¡Eso no iba a cambiar!
Su juventud podría haberla tirado a la basura, pero lo que le pertenecía—su dinero, su carrera… y, lo más importante, sus dos hijos—todo eso lo iba a recuperar, uno por uno. No iba a dejar que ese infeliz se quedara con nada.
El objetivo final de Tatiana era lograr que Valeriano perdiera la custodia y se fuera de la casa sin un peso.
Pero después de cinco años en blanco, necesitaba tiempo para prepararse para el divorcio…
Por el rabillo del ojo, Tatiana alcanzó a ver la orilla del saco de Valeriano asomándose por la puerta.
¡Era el momento!
—Jorge, ¿cómo están mis ojos? —preguntó Tatiana, aparentando estar nerviosa y desorientada—. ¿Por qué no puedo ver nada desde que desperté?
En ese preciso instante, Valeriano entró. Alcanzó a escuchar la pregunta y, con el ceño fruncido, fue directo a la cama, notoriamente preocupado.
—Tati —la llamó en voz baja.
Tatiana sintió náuseas de solo escucharlo.
—Valeriano, al fin llegaste —forzó la voz, tragándose el asco, y con la mirada vacía, como si fuera ciega, tanteó hasta lanzarse a los brazos de Valeriano.
De inmediato percibió el aroma de perfume femenino que aún quedaba en su ropa.
—Valeriano, tengo miedo… no puedo verte…
Valeriano la sostuvo y trató de tranquilizarla con voz suave:
—No te preocupes, yo estoy aquí. No importa cuánto cueste, voy a conseguir que te mejores.
Jorge intervino:
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