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Comenzó una guerra, conquistó el mundo romance Capítulo 24

Era una caravana de autos de lujo de alta gama que incluía Maybach, Rolls Royce y muchos más.

«Cada uno de ellos podría costar fácilmente decenas de millones». La Familia López miraba aturdida. «¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Qué hacen aquí todos estos autos?».

Todos quedaron boquiabiertos cuando vieron los rostros de quienes se bajaron. Era un grupo de hombres y mujeres de mediana edad, vestidos de manera impecable, con un aire de estatus y poder abrumador. Parecían personas de negocios, como directores de empresas importantes.

—¿Eh? ¿Ese no es el presidente de Inversiones del Lejano Oriente, el Sr. Feliciano Hayes? ¿Qué lo trae por aquí?

—¡Mira, ese es el director general de la Empresa Orígenes, el Sr. Rodobaldo Núñez!

—¿No es ese el jefe de Propiedades La Estrella, el Sr. Lorenzo Serrano?

—¡Dios mío! ¡Incluso Pedro Zardiña, el presidente de Propiedades Hércules, está aquí!

...

Fabián, Enrique y los otros murmuraban frenéticos entre ellos. Los nombres que habían mencionado eran de los líderes acaudalados y poderosos que gobernaban el mundo empresarial de Colina del Norte. El valor neto de cada uno ascendía a miles de millones.

El Grupo López parecía tan insignificante ante los ojos de aquellos magnates. Cualquiera de ellos podía acabar con facilidad con su grupo sin siquiera pestañear. La escala y la grandeza de tantos peces gordos reunidos era un espectáculo para Gerardo y sus hombres. Quedaron casi sin aliento.

Gerardo, Fabián y los otros se apresuraron a recibir y a saludar a los multimillonarios con adulación.

—Saludos, Señor Zardiña, bienvenido...

Sin embargo, nadie les correspondió. Todos los multimillonarios pasaron por delante de ellos como si no existieran y fueron directo a donde estaban Leandro y Zamira.

—¿Cómo puede ser? ¿Será que están aquí para proporcionar financiación al proyecto de Zamira? —dijo Gerardo con incredulidad. Sus ojos se abrieron como platos, de estupefacción, y sus mandíbulas se pusieron rígidas del asombro.

Zamira se paralizó cuando vio a los empresarios caminando hacia ella. Se preguntó si sus ojos le estaban jugando una mala pasada. Era el mismo grupo de personas al que se había dirigido antes para proponerles su proyecto y todos la habían rechazado. «¿Qué está pasando? ¿Qué están haciendo aquí?».

—Hola, Srta. López. Soy Feliciano Hayes de Inversiones del Lejano Oriente.

—Buenas tardes, Srta. López. Mi nombre es Pedro Zardiña y represento a Propiedades Hércules.

—Encantado de conocerla, Srta. López. Soy Lorenzo Serrano de Propiedades La Estrella.

...

...

Era como una guerra de ofertas que se había salido de control. Todos los multimillonarios estaban compitiendo para financiar el proyecto. El mejor postor había ofrecido invertir hasta setecientos millones. Todos se negaban a abandonar el proyecto, que seguro no necesitaba más de mil millones en total. No obstante, debido a la guerra de ofertas, el total de la financiación disponible era diez veces superior a la cantidad original.

El inesperado giro de los acontecimientos hizo que la presión arterial de Gerardo se disparara de manera exponencial, por lo que se desmayó en el acto. Samuel, Sergio y los otros estaban casi a punto de vomitar sangre. «¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Por qué todos se comportan como maníacos?».

Para Zamira también fue una sensación estremecedora. Todavía podía recordar la mirada engreída y despectiva en los ojos de aquellas personas cuando rechazaron su propuesta inicial. Sin embargo, ahora hacían fila para impresionarla y le rogaban que les permitiera invertir en su proyecto.

Aarón y Catalina estaban demasiado emocionados para decir una sola palabra. Solo podían responder con sus cuerpos temblorosos.

—Cálmate, Zamira. —Leandro la abrazó para ofrecerle su apoyo—. ¿Por qué no dices unas palabras para mostrar tu agradecimiento por su interés en tu proyecto?

—Claro, me alegra mucho que todos ustedes estén interesados en invertir en mi proyecto. —Zamira se serenó y dijo—: ¡Todos son bienvenidos a hacerlo!

—¿De verdad? Es bueno escucharlo de la propia Srta. López.

Todos los multimillonarios suspiraron profundo y se secaron el sudor de la frente tras escuchar eso.

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