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Comenzó una guerra, conquistó el mundo romance Capítulo 32

—¡Mi papá habla bien de ustedes a menudo! —continuó Yannier—. Tomás, como usted tiene una relación cordial con mi papá, ¿por qué no olvida esto y nos deja marchar? Sé que nosotros actuamos mal y estamos muy arrepentidos. En verdad, apreciaríamos mucho que usted nos dejara ir y, por supuesto, retribuiré su amabilidad, ¡lo prometo! —Yannier iba ganando en osadía mientras hablaba; entonces empezó a enderezarse y sacar el pecho hacia adelante. Estaba seguro de que, debido a la reputación de su padre y a la relación que tenía con estos hombres, iba a poder salir de esa situación. Confiaba en que Tomás y Emilio los perdonarían por consideración hacia su papá.

En el salón se hizo un silencio sepulcral otra vez. Entonces, después de una pequeña pausa, Tomás, con un brillo reflejado en sus ojos, rompió el silencio:

¡Paf!

Golpeó a Yannier en el rostro con fuerza. El golpe fue tan fuerte que lanzó a Yannier unos metros hacia atrás, le tumbó unos dientes y lo hizo sangrar por la boca. Su rostro se torcía de dolor.

—¿Quién te crees que eres? ¿Cómo te atreves a pedirme que deje las cosas como están y que permita que se marchen? —gritó Tomás a Yannier—. ¿Crees que me importan un car*jo tú o tu padre? Si tu padre estuviera aquí ahora, ¡también lo haría arrodillarse frente a mí! —La brutalidad de Tomás paralizó a todos y les quitó las esperanzas que tenían de que Yannier los salvara… Las chicas lloriqueaban y los chicos estaban aturdidos.

«No saldremos ilesos de aquí. Esto es el fin, ¡estamos condenados! ¿Qué más podemos hacer ahora?». Abigail trataba de calmarse y pensar en una solución. «¿Qué tal pedirle ayuda a Zamira?». Ella no pudo evitar voltearse a mirar a Leandro, que permanecía sentado en una esquina del salón bajo una luz tenue sin ser visto por Tomás y sus hombres. «¡Qué pedazo de basura inservible! ¡Bueno para nada! ¿De verdad él es mi cuñado? Si tuviera las agallas de un hombre de verdad, ya hubiera hecho algo para protegerme», pensó Abigail.

—¡Llévense a las chicas y golpeen a los chicos! —ordenó Emilio—. ¡Denles una buena paliza, pero no los maten! —De inmediato, las docenas de hombres se pusieron en acción y se dirigieron hacia donde estaban los estudiantes.

«¡Eso es el fin! ¡Estamos perdidos!». Abigail cerró los ojos y comenzó a rezar.

—¡Tienen diez segundos para largarse de aquí! —De pronto, se oyó una voz que dejó a todos asombrados.

Entonces, se voltearon hacia la esquina del salón VIP y vieron a un hombre sentado en el sofá que casi no se podía distinguir porque estaba vestido de negro en su totalidad.

—Traigan a ese hombre aquí. ¡Pónganlo de rodillas! —ordenó Emilio.

El de cabello color platino se dirigió hacia donde estaba Leandro y puso una mano en su hombro para tratar de levantarlo del sofá. Sin embargo, un segundo después, Leandro lo agarró por la muñeca y se la viró en un abrir y cerrar de ojos.

Capítulo 32 1

Capítulo 32 2

Capítulo 32 3

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