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Comenzó una guerra, conquistó el mundo romance Capítulo 35

—¿Qué? ¿Divorciarse? ¡Estoy de acuerdo! ¡Estoy a favor de ese divorcio! —Abigail levantó la mano ansiosa. Su reacción hizo que todos quedaran intrigados; hasta Leandro estaba desconcertado.

—¿Eh?

Entonces, al ver que todos la miraban, Abigail negó rápido:

—Oh, estaba bromeando. —«Si Zamira se divorciara, ¡con gusto sería la novia de Leandro!», pensó ella.

Cuando llegó la noche, Catalina mandó a Leandro para el sofá.

—Abigail dormirá en el cuarto de Zamira, así que tú tendrás que dormir en el sofá.

—Tía, yo puedo dormir en el sofá. —Abigail estaba apenada.

—¿Cómo crees que te vamos a dejar dormir en el sofá? —Catalina se volteó y miró a Leandro con desprecio—. Sabes que ya no vivimos en la casa grande que teníamos antes, con habitaciones enormes. ¿Qué problema hay por dormir en el sofá? ¿Crees que de verdad pudiéramos confiar en ti para que nos des una mejor vida? Zamira es nuestra única esperanza ahora.

—Tía, de hecho… —Abigail no estaba segura de si debía contarle la verdad a Catalina o no. Sabía que para Leandro era muy fácil buscar una casa más grande para ellos. «Es decir, solo hay que mirar el auto que estaba conduciendo. ¡Un Maserati Executive GT que seguro cuesta más que una casa!». Abigail estimaba que Leandro podía haberles comprado una mansión o hasta dos.

—¿Qué ibas a decir Abigail? —Catalina la miró intrigada.

—Ah, no, no tiene importancia. —Abigail se encogió de hombros—. Buenas noches, tía.

A la mañana siguiente.

A pesar de ser día feriado, Zamira no podía dejar de dedicarle tiempo al proyecto. Incluso Aarón tuvo que dejar todo lo que estaba haciendo para darle una mano. Catalina también había salido; había ido al hospital porque estaba de guardia. Entonces, dejaron a Leandro a cargo de llevar a Abigail a dar una vuelta.

—Vamos, Leandro, ¿por qué no damos una vuelta? —sugirió Abigail mientras se inclinaba hacia donde estaba Leandro.

—Prefiero quedarme en casa —dijo Leandro con pereza—. Todos los lugares están llenos de gente. —Todavía estaba tirado en el sofá.

Dentro del auto, Abigail no dejaba de mirar a Leandro.

»¿Por qué sigues mirándome? —Leandro se sentía nervioso por la mirada de Abigail.

—Leandro, ¿por qué no te divorcias? —sugirió Abigail—. Así no tendrías que aguantar más a Zamira ni a su familia. Mira como ellos te tratan.

—Entonces, ¿quieres que me quede soltero toda la vida? —dijo Leandro en forma de broma.

—¡Eso no fue lo que quise decir! ¡Te puedes casar conmigo cuando te divorcies de Zamira! ¿No ves que yo soy tan linda como ella? Sin mencionar que soy más joven también. ¿Por qué no consideras esa opción?

Abigail se acercó a Leandro y él sintió un escalofrío. «Esta chica es osada y hasta impetuosa».

»¿Por qué no me das una oportunidad, Leandro? Yo soy bonita, delicada y amorosa. Sin mencionar que sabes que yo te adoro… —Abigail descubrió sus largas piernas mientras se movía despacio hacia donde estaba Leandro.

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