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Cómo Deshacerse de una Familia en 10 Lecciones romance Capítulo 28

Adrián sujetó su mano y la apartó con firmeza. Luego, acomodó su bata y, con una mirada intensa, le soltó en tono grave:

—¿Otra vez vienes con la historia de la técnica de presión?

—¡Sí, sí! ¡Es impresionante! Primero, controlaste desde el pecho, y ahora, desde el cuello hacia abajo, ¡es una maravilla! Oye, ¿dónde está tu esposa? Tengo que conocerla —Herminio no dejaba de frotarse las manos, desbordando emoción.

Parecía tan ansioso que uno pensaría que iba a irrumpir en la recámara para buscar a Mariana en ese mismo instante.

Apenas giró para salir corriendo, Benito se le atravesó ágilmente, bloqueando su paso.

—Señor Castillo, hace un momento usted mismo dijo que ella es la esposa del señor Ríos. No está bien ir a buscar a la esposa de otro en plena madrugada, ¿no le parece? —Benito bajó la voz, advirtiéndolo en tono serio.

Con ese comentario, Herminio se apaciguó de inmediato.

Levantó las manos en señal de rendición.

—Sí, sí, tienes razón, no es momento de andar buscando gente a estas horas. Mejor cuando amanezca, sí, cuando amanezca la busco. Hablen de mí con ella, díganle que me enseñe esa técnica.

Herminio era un apasionado de la medicina, su familia llevaba generaciones dedicándose al oficio. Al enfrentarse a una nueva técnica, lo tomaba como un reto y no pensaba dejarlo pasar.

—Últimamente no tiene tiempo —dijo Adrián con voz rasposa.

La frase cayó como un balde de agua helada sobre Herminio. Antes de que pudiera replicar, Benito le tapó la boca y lo arrastró fuera de la habitación.

...

Cuando Herminio ya había sido sacado a la fuerza, el mayordomo entró.

—Joven, cuando la señora salió hace un rato, el chofer que la acompañó vio que, después de comprar en la farmacia, alguien empezó a molestarla —informó el mayordomo en voz baja, detallando la situación afuera.

Adrián frunció el ceño, sus ojos oscuros reflejaban preocupación. Se giró, encarando al mayordomo.

—¿La estaban molestando? —preguntó en voz baja, claramente extrañado.

—Entendido —respondió el mayordomo en voz baja, y se retiró con la tableta en la mano.

...

En la habitación de al lado.

Mariana volvió a su cuarto, comió dos galletas y, tras lavarse la cara, se metió a la cama. No le costó nada adaptarse al lugar, ni la incomodidad de estar en una casa extraña le quitó el sueño. Se quedó dormida apenas tocó la almohada.

Durmió profundamente hasta que el despertador sonó. Se estiró con gusto, se lavó y se cambió, poniéndose una camiseta negra amplia y un pantalón de cintura alta. Se recogió el cabello en una coleta alta.

Colgó su mochila al hombro, tomó una pequeña maleta y bajó rápidamente las escaleras.

La casa estaba tranquila, el personal caminaba de puntillas. Mientras bajaba, Mariana pidió un carro desde la app en su celular y avanzó con prisa hacia la puerta.

—Señorita —la llamó el mayordomo, al verla tan apurada por salir.

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