C18- CON ELLA.
El niño emitió un sonido suave, apenas un balbuceo, pero bastó para que Katerina sintiera cómo el aire volvía a sus pulmones. Se inclinó un poco más, rozando su frente con los labios, y el contacto la desarmó.
Y entonces, el recuerdo llegó.
FLASHBACK
Era un baño pequeño, con paredes húmedas y luz amarilla, y varias pruebas de embarazo sobre el lavabo. Todas con dos líneas rosadas.
Katerina sostenía la prueba con las manos temblorosas y en el espejo se observaba con el miedo en cada línea de su rostro.
—¡Esto arruina todo, Katerina! —espetó—. ¡Tienes que deshacerte de eso!
Pero apenas las palabras salieron de su boca, un dolor agudo, profundo, se clavó en su pecho, como si su propio cuerpo se rebelara contra la idea. No era solo un latido acelerado ni un nudo en la garganta; era algo más antiguo, más instintivo. Algo que no pedía permiso.
Lentamente, casi sin darse cuenta, llevó la palma de la mano a su vientre plano y cerró los ojos. Y en ese silencio roto solo por el goteo del grifo, lo supo: ese bebé era lo único que era realmente suyo.
No le pertenecía a la calle, ni al hambre, ni a los hombres que la habían usado. No le pertenecía al pasado que huía. Le pertenecía a ella. Y a nadie más.
El recuerdo del hombre del hotel la atravesó como un relámpago: su mirada fría, su toque, su posesión. Lo había robado, sí. Y ahora, en su vientre, crecía algo que no podía borrar con una mentira o una huida.
El miedo se intensificó, espeso y helado. Él la buscaría, seguro que ya lo estaba haciendo. Y ahora no era solo su vida la que corría peligro.
Pero aun así...
—No —dijo, y su voz salió inesperadamente firme—. Es lo único real que tengo. Es mío. Yo decido... y me quedo contigo.
Una sonrisa temblorosa se dibujó en sus labios, pequeña pero verdadera.
—Lo lograremos, bebé —susurró, acariciando su abdomen—. Nos iremos lejos... muy lejos...
Pero entonces, la realidad volvió a golpearla, fría y precisa como una navaja.
—Pero necesitamos dinero.
Por eso había aceptado el dinero de Alejandra. Porque en ese momento, con el miedo clavado en las costillas y el nombre del hombre del hotel resonando en cada esquina, y además Santiago buscándola, la oferta había sonado como un milagro: suficiente para desaparecer, para cruzar la frontera, para empezar de cero.


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