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CONQUISTANDO A MI EXESPOSA SECRETA romance Capítulo 24

C24-REY DE HIELO.

Katerina tardó un segundo en reaccionar. La mujer de la puerta la observaba con una mezcla de curiosidad y descaro que la descolocó por completo.

—¿Perdón?

La otra sonrió, divertida.

—Dije que así que tú eres la que atrapó a mi hermano. —Entró con paso firme, sin esperar invitación, y se detuvo frente a ella—. Emma Stanton. —Extendió la mano—. La más cuerda de la familia, aunque eso no diga mucho.

Katerina dudó un instante antes de aceptar el saludo.

—Katerina Langley. Bueno… Stanton.

Emma la miró de arriba abajo, evaluándola.

—Vaya, así que tú eres la famosa futura esposa del hombre de hielo. —Alzó una ceja, con una sonrisa que no ocultaba el sarcasmo—. Creí que te encontraría encadenada al radiador, pero te ves… sorprendentemente bien.

Katerina soltó una risa nerviosa.

—Gracias, supongo.

—No me malinterpretes, me agrada verte con vida —agregó Emma, sentándose en el borde del tocador sin pedir permiso—. James tiene un talento especial para que la gente quiera matarlo o adorarlo. No suele haber punto medio.

Katerina intentó mantener el tono neutro.

—Sí… ya lo noté.

—Y dime, ¿cómo lo hiciste? —preguntó Emma, inclinándose hacia ella con aire conspirador—. Porque ese hombre ni siquiera se casa con sus negocios, mucho menos con una mujer.

Katerina sonrió apenas.

—Supongo que lo atrapó la costumbre.

Emma soltó una carcajada.

—O tal vez el karma. Aunque, si me preguntas, ya era hora. Siempre fue el más reservado de los tres.

—¿Los tres? —preguntó Katerina, confundida.

—¿No te lo dijo? —Emma rodó los ojos, divertida—. James, Olivia y yo somos trillizos. Nacimos con cinco minutos de diferencia. Yo fui la primera, claro, la más lista y guapa —añadió con fingida modestia—. Olivia vino después, con su obsesión por la perfección y su miedo innato, y James... bueno, James vino al final. Imagino que tardó porque estaba decidiendo la mejor estrategia para nacer sin ensuciarse.

Katerina no pudo contener la risa.

—Definitivamente eso suena a él.

—Oh, no tienes idea. Cuando éramos niños, hacía contratos para que le devolviéramos sus juguetes. “Firmas aquí o pierdes los derechos de uso de mi camioncito”, decía el pequeño psicópata —contó Emma, agitando una mano con diversión—. Y ahora míralo: igual de insoportable, pero con corbata.

Katerina reía de verdad esta vez, la tensión deshaciéndose poco a poco.

—Me alegra saber que no siempre fue así.

—No te emociones, sigue siéndolo —replicó Emma con una media sonrisa—. Pero si te sirve de consuelo, tú le cambiaste la cara. No lo admitirá, pero está... diferente. Más humano, incluso, y eso es un avance.

Katerina bajó la mirada, incómoda.

—No sé si eso sea bueno o malo.

Emma se encogió de hombros.

—Depende del día. En cualquier caso, me gusta verte aquí. Y ese bebé, Arthur… —su voz se suavizó—, es precioso. Tiene tus ojos, aunque el resto es puro Stanton.

Katerina sonrió con orgullo y un poco de tristeza.

—Gracias. Es lo único que realmente me importa, mi hijo.

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