C33-CENA Y BESO.
El restaurante tenía una atmósfera íntima y elegante. Luces tenues, música suave de fondo y ese murmullo cálido que hace que todo parezca más cercano de lo que es.
Kate se sentó frente a Ethan. No dijo nada al principio, solo sostenia la copa de vino como si fuera un escudo. Ethan, en cambio, tenía esa sonrisa confiada de siempre. La misma que solía hacerla reír en la universidad. Pero que ahora… le provocaba otra cosa, la hacia sentir incómoda.
—Esto no es por el caso, ¿verdad? —preguntó, rompiendo el silencio con una sonrisa tensa.
Ethan soltó una risa suave, descarada.
—No. Pero era la única forma de que aceptaras cenar conmigo.
Kate bajó la vista, mordiendo una sonrisa que no quería mostrar y miró hacia otro lado, incómoda, sin saber qué hacer con las manos.
—Conservas la misma sonrisa —dijo Ethan, como si hablara de un recuerdo que aún dolía un poco.
Ella solo jugueteó con la base de la copa. No quería abrir esa puerta. No todavía.
—¿Cómo está Oliver? —preguntó él, buscando una rendija por donde entrar.
—Bien… está en casa hasta que encontremos un nuevo colegio —respondió Kate, evitando su mirada.
—Es un gran chico. Se parece a ti.
Kate asintió, sin decir nada, pero apretó la servilleta con fuerza, como si eso la ayudara a mantenerse firme. Entonces, sucedió: Ethan se inclinó hacia adelante, cruzando la línea invisible que ella intentaba mantener, y con suavidad le limpió el borde de los labios con el pulgar.
—Siempre tan despistada —susurró, sonriendo—. Tenías un poco de crema.
Kate se quedó helada. Su cuerpo se tensó y no supo cómo reaccionar. Ni siquiera había notado que tenía algo en la cara. Trató de apartar la mano, pero Ethan fue más rápido y le tomó los dedos suavemente.
—Sé que las cosas no han sido fáciles para ti —dijo, mirándola, y Kate correspondió la mirada, ya sin fingir su incomodidad.
—Ethan, ¿en serio no te importa que esté casada?
Él soltó una risa baja.
—Si ese marido existiera, no estarías sola. Aisling me dijo que eres madre soltera.
El color se le subió al rostro y sintió como si alguien hubiera espiado por la ventana de su vida y le hubiera contado todo a Ethan.
—No tienes derecho a saber eso —murmuró.
—No quiero hacerte daño, Kate. Y tampoco vine a juzgarte… ni a pedirte explicaciones. Solo vine a decirte que aún estoy aquí —su voz bajó—. Quiero decirte que me importas, que todavía te quiero.
Kate tragó saliva, con un nudo en la garganta y otro en el estómago. Las paredes del restaurante parecían acercarse y sofocarla.
—Déjame estar ahí para ti… como antes —continuó Ethan, sin soltarle la mano—. Déjame estar también para Oliver.


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