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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 136

Belén solo bajó la mirada y esbozó una pequeña sonrisa antes de girarse para tomar una silla; había decidido sentarse en la esquina de la mesa rectangular.

Sin embargo, antes de que pudiera acomodarse, el abuelo alzó la voz y le habló a Cristian:

—Cristian, hazte un lado. Que tu cuñada se siente junto a tu hermano.

Cristian frunció el ceño de inmediato:

—Abuelo, ¿y cómo quieres que me siente justo en la esquina?

—¿Y por qué no? ¿Tú eres persona y tu cuñada no lo es? Aquí, aunque te tocara comer en el suelo, jamás permitiría que tu cuñada se siente en la esquina. En esta familia Rojas, nunca hemos tratado mal a las mujeres que llegan como esposas. Tú y tu hermano más les vale recordarlo.

A pesar de que parecía regañar a Cristian, en realidad sus palabras iban dirigidas a Fabián.

Cristian, visiblemente molesto, se levantó con desgano y se desplazó hasta la esquina de la mesa para sentarse ahí.

Belén pensó en intervenir para decirle al abuelo que no tenía por qué enojarse por cosas tan pequeñas, pero no tuvo oportunidad de meter ni una palabra.

Cristian, resignado, se sentó a un lado, mientras Pilar, entendiendo la situación, también se hizo a un lado dejando libre el lugar junto a Fabián.

El abuelo levantó la cabeza, miró a Belén con una ternura que desbordaba:

—Belén, anda, siéntate al lado de Fabián.

Belén le echó una mirada a Fabián. Él permanecía en silencio, sin decir nada ni mover un músculo.

Si esto hubiera pasado antes, Belén seguro se habría sentido herida.

Pero ahora, ya se había acostumbrado.

Solo después de que Belén tomó asiento junto a Fabián, el abuelo permitió que todos comenzaran a comer.

El abuelo le indicó a Fabián:

—Fabián, sírvele más a Belén, mira nada más lo flaca que está. Dale de lo que más le gusta.

Fabián no discutió, simplemente obedeció en silencio.

Le puso una costilla en el plato a Belén, y luego le sirvió un camarón.

Belén miró la comida en su plato y comentó con voz baja:

—Gracias.

Lo dijo apenas en un susurro, solo para que Fabián la escuchara. Sin embargo, él ni la miró, mucho menos le dirigió la palabra.

La cena transcurría en un ambiente sumamente silencioso. De vez en cuando, Belén sentía la mirada hostil de Mariana desde el otro extremo de la mesa.

No le prestó atención; simplemente siguió comiendo en paz.

Cristian se mostró aún más ofendido. Lanzó los cubiertos sobre la mesa y soltó:

—¿Trabajo? ¿Qué trabajo puedes tener tú? Con lo que mi hermano te da de dinero para tus gastos tienes para años. Y encima sales a hacer el ridículo, como si en la familia Rojas te tratáramos mal.

Pero Belén ya no era la de antes. Lo miró directo, con voz clara y firme:

—Si quieres saber si me han tratado mal o no, deberías preguntarle a tu hermano.

Las palabras de Belén dejaron a Cristian sin respuesta por un momento. Luego, se volvió hacia Fabián:

—Hermano, ¿ves cómo tu esposa me ignora por completo?

Fabián levantó la mirada, lo fulminó con los ojos y le soltó:

—Come.

Sergio, el abuelo, había estado escuchando en silencio las quejas de Cristian. No perdió la calma al principio porque quería ver hasta dónde llegaría su nieto con sus tonterías.

Sin embargo, mientras más hablaba Cristian, más se enfurecía Sergio.

Hasta que, de pronto, el abuelo tomó su tenedor y, sin pensarlo, se lo lanzó a Cristian, dándole de lleno en la cara:

—La esposa de tu hermano es como una madre para ti. Si no puedes mostrar respeto, entonces lárgate de la familia Rojas.

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