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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 146

Al ver que Belén seguía en silencio, Alejandra se bebió la copa de vino de un trago.

—Yo invito la primera. ¿Me perdonas? —dijo con una sonrisa forzada.

Belén la miró, entre apenada y resignada.

—Sí.

Alejandra sonrió, aliviada, y le dio un codazo a Ismael para que también brindara con Belén.

A regañadientes, Ismael levantó su copa.

—Va por ti.

Belén apenas rozó su copa con la de él y dio un sorbo minúsculo. Ismael hizo lo mismo.

Era evidente que Alejandra estaba tratando de hacer de mediadora. Belén, por respeto a ella, no se levantó y se fue, pero su desprecio por Ismael era algo que nunca podría ocultar.

La cena transcurrió en una atmósfera tensa. Alejandra se desvivía por hacerlos hablar. Ismael hacía una pregunta, y Belén respondía con un monosílabo. La aversión mutua era palpable, pero Alejandra, incansable, seguía intentando que volvieran a llevarse bien.

Pero hay cosas que, una vez rotas, no se pueden arreglar.

Belén pensaba que así era su relación con Ismael, y también su matrimonio con Fabián.

Cuando terminaron de cenar a duras penas, Ismael se levantó para pagar la cuenta.

—¿No estás contenta? —le preguntó Alejandra a Belén, tomándola de la mano.

—No es eso. Con que tú estés contenta, me basta.

Por fin entendía lo que su familia había sentido cuando le suplicaban que no se casara con Fabián.

Alejandra bajó la mirada.

—Sé que no lo estás, pero…

—Voy al baño —la interrumpió Belén, levantándose.

Tras unos segundos de silencio, Ismael se acercó a ella.

—¿Qué pasa? —dijo, inclinándose con un aire burlón—. ¿Tanto te gusto que no puedes dejar de seguirme? ¿O es que quieres ponerle los cuernos a tu amiguita conmigo? Para sentir un poco de emoción, digo. Si es así, estaría encantado de complacerte.

Belén retrocedió un paso.

—Animal —masculló.

El insulto, lejos de ofender a Ismael, pareció divertirle.

—¿Y no quieres saber de qué tamaño la tiene este animal? —dijo con una sonrisa lasciva.

Belén levantó la mano para abofetearlo, pero él se la sujetó en el aire. Con un tirón, la atrajo hacia sí, abrazándola.

—Vaya, ¿tanta prisa tenías por estar en mis brazos?

Justo en ese momento, la puerta de otro reservado se abrió y de él salieron Fabián y Edgar.

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