Al entrar a la sala de observación, Belén vio a Hugo recostado en la cama del hospital; parecía que estaba dormido.
Sin embargo, su sueño era ligero. Al escuchar el más mínimo ruido, abrió los ojos de inmediato.
Al notar que era Belén, en su mirada apareció una mezcla de sorpresa y vergüenza, como si le hubieran descubierto en su peor momento.
Trató de incorporarse, pero Belén se adelantó y le sujetó la mano.
—Hugo, no te muevas, por favor.
Aun así, Hugo insistió en sentarse. Se apoyó contra la cabecera de la cama, sus labios pálidos y la mirada fija en Belén. Esbozó una sonrisa amarga.
—Qué pena que me veas así.
Los ojos de Belén se humedecieron. Bajó la vista y murmuró:
—¿Por qué dices eso? Todo esto pasó por mi culpa…
Hugo la interrumpió:
—¿Fabián ya te buscó?
Belén asintió apenas.
—Sí.
El brazo de Hugo estaba enyesado y el rostro mostraba algunos moretones, aunque ya eran tenues.
Había intentado evitar que Belén lo viera en ese estado, pero aun así ella terminó presenciando ese momento vulnerable.
Hugo sonrió con resignación y preguntó en voz baja:
—¿Es por el tema de la mamá de Edgar?
Belén se mostró confundida y le devolvió la mirada.
—¿Cómo lo supiste? ¿Edgar o alguien más te buscaron?
Hugo negó con la cabeza. Su voz sonó tranquila, casi apagada.
—Cuando su mamá vino a la consulta, le recomendé internarse de inmediato. Pero no quiso escucharme; incluso dijo que, por ser joven, no sabía nada, que solo hablaba por hablar. Yo sabía que tarde o temprano iba a recaer.
Belén asintió, comprendiendo la situación por fin.
—Con razón…
Hugo la miró de nuevo.
—¿Fabián te amenazó?
Belén no quería que Hugo se preocupara, así que negó.
—No, para nada.
Pero Hugo insistió.
—Si me lo preguntas, entonces seguro que sí lo hizo.
Belén se quedó callada, sin ganas de discutirlo.
El silencio entre los dos se tornó denso. Hugo, tras unos segundos, preguntó en voz baja:
—Belén, ¿tú quieres que yo haga esa cirugía?
Belén movió la cabeza, insegura.
Leandro, como siempre, la esperó en casa y, al verla llegar, por fin pudo irse a descansar tranquilo.
Después de platicar un rato con Dolores, Belén no notó nada raro en la familia. En el fondo, sabía que Fabián no había hecho nada aún solo porque dependía de la decisión de Hugo sobre la cirugía.
Al día siguiente, la familia Soler siguió con su rutina habitual.
Cada quien a su trabajo, cada quien a la escuela...
Belén pensó que Fabián no se atrevería a meterse con la familia Soler.
A las diez de la mañana, sonó el celular de Belén. Era Fabián.
Desde que se casaron, podía contar con los dedos de una mano las veces que él la había llamado.
En el pasado, si Fabián la hubiera buscado así de espontáneo, Belén habría estado feliz por horas.
Pero ahora todo era diferente. No sentía nada especial.
Respondió la llamada.
—¿Qué pasa?
Fabián fue directo al grano.
—Vamos a almorzar juntos hoy.
Belén estaba a punto de decir que no, pero Fabián añadió de inmediato:
—Invita también a Hugo.
Sin duda, todo era por la cirugía de la mamá de Edgar.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....