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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 166

A ellos no les tiembla la mano para aplastar a Hugo cuando no lo necesitan. Lo pueden humillar, inventar cualquier cosa para arruinarle el futuro por el que tanto ha luchado.

Pero ahora que lo necesitan, ni siquiera son capaces de tragarse el orgullo; al contrario, mandan a Belén a hacer el papel de intermediaria.

Si uno lo piensa bien, resulta hasta cómico.

¿Será que para la gente con dinero el orgullo vale tanto?

¿Reconocer que cometieron un error les resulta tan imposible?

Al llegar a este punto, Belén soltó una risa con cierto desdén:

—Fabián, no soy una herramienta que puedas usar y dejar cuando quieras. No voy a ser tu comodín para cuando se te antoje. No hace falta que me invites a comer hoy, de verdad no lo necesito, yo me puedo pagar mi propia comida.

Apenas terminó la frase, colgó el teléfono sin esperar a ver qué pensaba Fabián.

Antes de que la llamada se cortara, alcanzó a escuchar vagamente la voz de Frida.

...

Por la tarde, el celular de Belén volvió a sonar.

Esta vez, la llamada venía de la Mansión Armonía.

Belén supo de inmediato que se trataba de Cecilia, y vaciló un instante antes de contestar.

Cecilia le había lastimado el corazón más de una vez.

Sin embargo, al final, pensó que al fin y al cabo, Cecilia era su hija. No tenía caso pelearse con una niña.

Respondió la llamada, pero no dijo nada. Simplemente aguardó a que Cecilia tomara la iniciativa.

Del otro lado, Cecilia también se quedó en silencio, esperando que Belén hablara primero. Nadie decía nada.

Al final, fue Cecilia quien cedió:

—Mamá...

Su voz sonó bajita, como si pidiera cariño, y había una nota de súplica infantil en su tono.

Belén respondió con la voz seria, sin mostrar emoción:

—Ajá.

Con cautela, Cecilia preguntó:

—Mamá, ¿puedes venir a pasar un rato conmigo? Papá y la señorita Frida no han estado en la casa estos días...

Al escuchar eso, Belén pensó que Fabián y Frida probablemente no habían regresado a casa por el asunto de la mamá de Edgar.

Aun así, no le nacía aceptar la invitación de Cecilia, así que preguntó:

—¿No está Camila en la Mansión Armonía?

Cecilia torció la boca, incómoda:

Belén se quedó perdida en sus pensamientos hasta que la voz de Cecilia la hizo volver en sí:

—Ajá.

—Entonces me voy a portar bien y te espero en casa, ¿sí?

—Sí.

Cuando colgó el teléfono, Belén permaneció sentada sin moverse, sintiendo una mezcla de resignación y algo de gracia.

Cecilia no mencionó ni una sola palabra sobre lo que pasó en Valle de los Susurros, como si lo hubiera borrado de su memoria.

Y eso que, aquella noche, Belén tuvo que disculparse con Edgar por culpa de ella.

...

Al salir del trabajo, Belén pasó al supermercado y compró algunas cosas, eligiendo también las frutas que más le gustaban a Cecilia.

Cuando llegó a la Mansión Armonía, Cecilia estaba en la sala jugando con sus juguetes y Camila la acompañaba sentada a un lado.

Al escuchar pasos en la entrada, Cecilia giró la cabeza y vio a Belén entrar cargando varias bolsas desde el porche.

Cecilia se levantó de un salto, corrió a toda velocidad y abrazó la pierna de Belén:

—¡Mamá, ya regresaste!

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