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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 174

Belén miró a Leandro y negó con la cabeza.

—Ayer acompañé a tu cuñada a un desfile, y después del evento hubo una subasta. Ese brazalete lo compró Tobías ahí mismo. Gritó que ofrecía doscientos millones de pesos; ¿quién se iba a atrever a subirle el precio? Lo consiguió en ese instante.

Al escuchar eso, el corazón de Belén también se desordenó.

Luego de calmarse, guardó todo con cuidado y le dijo a Leandro:

—Hermano, voy a buscarlo. Le voy a devolver esto.

Leandro la detuvo:

—Belén, espérame tantito.

Se acercó a ella, la miró fijamente y, en sus ojos, la dureza se transformó en una mezcla de preocupación y ternura.

—Fabián y Tobías no son personas con las que debamos relacionarnos. Acuérdate de cuando te aventaste de cabeza para casarte con Fabián. ¿Y qué pasó? Yo no estoy en contra de que te enamores, y si admiras a alguien fuerte, está bien, pero al menos que no haya tanta diferencia. Gente como Tobías... su mundo es otro; nunca sabes si lo que siente es verdad o mentira, y todos saben que es un tipo sin límites. Sea lo que sea que él piense de ti, no dejes que se meta en tu vida.

Leandro hizo una pausa, se tomó un respiro antes de continuar:

—Belén, a lo mejor sueno egoísta, pero yo solo quiero que te cases con alguien normal. Así yo podría protegerte, pero si se trata de Fabián o Tobías, yo...

Belén, con los ojos llenos de lágrimas, lo interrumpió:

—Hermano, te entiendo.

Le sonrió a Leandro. En sus ojos había pura gratitud.

A veces, no hace falta decir más.

Belén, en el fondo, lo entendía todo.

...

Después de pensarlo un momento, Belén decidió no ir a ver a Tobías. Empacó todos los regalos que él le había mandado, y luego tomó el carro y los llevó hasta la dirección donde vivía él.

Quien abrió la puerta fue la empleada. Al ver a una chica tan guapa, la empleada ya se olía de qué iba la cosa.

Tobías era conocido por andar con muchas mujeres; siempre había alguna nueva en esa casa.

La empleada, suponiendo que Belén era solo una más, ni siquiera pensó en prestarle atención.

Desde la esquina, Belén vio que la empleada recogía los regalos y los llevaba adentro. Solo entonces se sintió tranquila.

...

Pasó una semana más. Una tarde, Belén recibió la llamada de su abuelo.

—Belén, ven un rato a la casa, que tengo algo que quiero que hagas.

Belén aceptó la petición y, después de terminar su trabajo, se dirigió en el carro a la casa de su familia.

Al llegar, solo estaba su abuelo.

Él la recibió, le pidió que cenara primero y, ya entrada la noche, fue directo al grano:

—Ya tengo el regalo preparado. Quiero que vayas a la mansión Guzmán a visitar a la persona enferma.

Temiendo que Belén no quisiera ir, el abuelo añadió:

—Hazlo como si fueras en mi lugar, ¿sí?

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