Belén ya podía intuir lo que su abuelo pretendía.
Siempre había sabido que la relación entre ella y Fabián no era precisamente buena, y que el viejo llevaba tiempo pensando en juntar de nuevo sus caminos.
Ahora, después del asunto con la mamá de Edgar, Fabián había estado hablando mal de Belén a sus espaldas.
Por eso, Sergio organizó que Belén fuera a visitar a la enferma, con la esperanza de que eso ayudara a limar asperezas entre ellos.
Aunque la visita a la enferma era supuestamente decisión del abuelo, cuando estuvieran frente a Fabián, él diría que fue iniciativa de Belén, que ella sí sabía tratar a la gente.
Belén conocía perfectamente las intenciones de su abuelo.
Pero, entre ella y Fabián, ya no había nada que valiera la pena salvar.
Tarde o temprano, tendría que dejarle el lugar a Frida.
Fabián no había firmado los papeles del divorcio todavía, quizá porque sentía que aún no era el momento.
Belén lo pensó un poco, pero terminó rechazando la propuesta de su abuelo:
—Abuelo, mejor que vaya Fabián. Si yo voy a la familia Guzmán, ni siquiera me van a recibir bien. Si por mi culpa la enferma se pone peor, yo no quiero cargar con esa culpa.
Pero a Sergio no le importó lo que Belén dijera, y se mantuvo firme en su decisión:
—Vas tú y punto.
Belén supo que no tenía caso discutir, así que con resignación aceptó.
El abuelo ordenó a los empleados que acomodaran los regalos preparados en el carro de Belén.
Cuando ya estaba todo listo, el abuelo no paraba de recordarle que manejara con cuidado.
Belén se abrochó el cinturón, asintió y se fue.
...
Al llegar a la mansión Guzmán, Belén se sorprendió al ver el carro de Fabián estacionado afuera.
Aunque, siendo amigo de Edgar, tampoco era raro que estuviera ahí.
Belén entró cargando varias bolsas de regalos. Al cruzar la puerta, vio a la señora Noelia, la madre de Edgar, sentada en un sillón cómodo, con un sombrero puesto y una manta sobre las piernas. A cada lado de ella estaban sentados Fabián y Frida.
Ignorando la mirada inquisitiva de Fabián, Belén prefirió dirigir su atención a Noelia y, en tono tranquilo, la saludó:
—Sra. Guzmán.
Belén logró mantener la calma. No hizo ningún gesto de molestia ni descargó su enojo con Fabián o Frida delante de la enferma.
Sin embargo, Noelia escuchó su saludo y la ignoró por completo. Siguió hablando con Frida, aún sosteniéndole la mano.
—Edgar me dijo que tocas precioso el piano. ¿Por qué no vienes más seguido a tocarme algo, sí?
Frida miró a Belén, luego a Fabián, y después respondió:
—Si a usted le gusta, yo vengo cuando me necesite.
Noelia sonrió aún más.
—Eres un encanto de muchacha, no como otras personas que llevan bata blanca y ni siquiera saben tratar a la gente. Hay quienes se creen mucho, pero basta una palabra para ponerlas en su lugar.
Belén seguía de pie en medio de la sala. Sabía bien que las palabras de Noelia iban dirigidas a ella, y también entendía que esa actitud solo era reflejo de lo que Fabián pensaba de ella ahora.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....