Fabián subió a Belén al piso de arriba y la acomodó con cuidado en la cama grande, asegurándose de cubrirla bien con la cobija.
Luego fue por medicina para la fiebre y un vaso de agua caliente. Se sentó a su lado y la observó mientras tomaba el medicamento.
Cuando Belén terminó de tomarse la pastilla, él recogió el vaso de sus manos y, de repente, rompió el silencio.
—Platiquemos un momento, ¿te parece?
Belén seguía sintiendo la cabeza embotada. Se recargó en el respaldo de la cama y, mirándolo con cierta confusión, murmuró:
—¿De qué quieres hablar?
—El fin de semana tengo que salir por trabajo —dijo Fabián, directo y sin rodeos.
La intención era clara: quería pedirle a Belén que se hiciera cargo de Cecilia en su ausencia.
Pero aunque Belén comprendió de inmediato lo que él insinuaba, prefirió hacerse la desentendida.
—Fabián, lo que sea que tengas que hacer, no tienes que decírmelo. Jamás he pensado en controlar tus asuntos.
En el pasado, sí había tenido esa ilusión. Pero con el tiempo, simplemente dejó de anhelarlo.
Después de todo, Fabián ni siquiera volvía a casa, ¿cómo iba a reportarle cada cosa que hacía?
—Quiero que este fin de semana te quedes en casa cuidando a Cecilia. El domingo regreso —dijo Fabián, optando por ir directo al grano.
Belén, al escucharle pedirle un favor tan de frente, no se lo tomó a mal. Supuso que, efectivamente, tenía una salida de trabajo.
No era para menos, considerando que él era el presidente del Grupo Rojas y siempre tenía cientos de pendientes.
Además, ese fin de semana no le tocaba guardia, así que podía quedarse en casa.
Después de unos segundos de duda, asintió y dijo:
—Está bien.
Si Fabián tenía que irse y Frida no estaba, ella era la única que podía acompañar a Cecilia.
Belén pensó que bastaba con cumplir con lo que le correspondía. Nada más.
Cuando Fabián notó que Belén aceptaba, por fin se relajó.
—Descansa, yo iré a ver cómo está Cecilia.
Belén no respondió; simplemente se acomodó en la cama y se tapó hasta la cabeza.
Fabián, al verla así, la arropó mejor y acomodó con suavidad su cabello desordenado.
Belén cerró los ojos de inmediato. Sentía que los gestos de Fabián eran casi un sueño, tan irreales que parecían inventados.
Sin embargo, el calor que él dejó sobre su piel le recordaba que todo aquello sí había sucedido.
...
Cuando Fabián entró al cuarto de Cecilia, la encontró acostada viendo una videollamada con Frida.



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Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: De Esposa Desechable a Cirujana Renacida
Faltan muchos capitulos y a los que hay les falta parte del texto. Asi es imposible. Te gastas dinero para leer u te toman el pelo....