De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 284

—No, vine a la villa —respondió Fabián con calma.

Frida parecía haber llorado, su voz sonaba muy ronca.

—¿Puedes volver? —preguntó tentativamente—. Tengo algo que decirte.

Al escuchar que Frida lloraba, Fabián se puso de pie de un salto. Sin preocuparse por su camisa abierta, respondió:

—Sí, voy para allá.

Guardó el celular y, mientras se abrochaba los botones, miró hacia Belén.

Ella estaba acurrucada en un rincón del sofá, abrazándose a sí misma.

Parecía estar llorando; su cuerpo se sacudía sin parar.

Al verla así, Fabián sintió una punzada de culpa.

Pero se le pasó rápidamente.

No lo había hecho para lastimarla, solo quería demostrar su punto.

¿Qué había hecho mal?

¿Qué hombre podría soportar semejante humillación?

Cuando terminó de arreglarse, Fabián volvió a guardarse el condón en el bolsillo del saco.

Miró a Belén y dijo:

—Frida me necesita para algo, así que ya me voy.

Al oír esto, Belén levantó la cara. Tenía los ojos inyectados en sangre, la mirada llena de venas rojas. Lo fulminó con la mirada y le preguntó con voz dura:

—¿Y entonces para qué me hiciste venir? ¿Cuál era tu objetivo?

—El acta de matrimonio sí está con el abuelo —explicó él en voz baja.

—¿Y bien? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Belén con sorna—. ¿Quieres que sea yo la que hable con el abuelo? ¿Qué le diga que soy yo la que quiere el divorcio?

Fabián frunció el ceño, desconcertado.

—¿Acaso no eres tú la que no deja de hablar del divorcio?

Al oír eso, Belén soltó una risa que se mezcló con lágrimas.

Sí, era cierto que ella había pedido el divorcio.

Pero ¿por qué lo había pedido?

La persona que mejor conocía la razón era él, Fabián.

Al ver la actitud de Fabián, como si todo fuera lo más natural del mundo, a Belén le invadió la rabia.

—Mira, Fabián, también puedo no pedir el divorcio. Mientras yo no lo pida, algunas personas nunca podrán ser legítimas.

En ese momento, el teléfono de Fabián volvió a sonar. Era Frida otra vez.

—Fabián, ¿ya casi llegas? —preguntó entre sollozos.

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