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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 45

Belén estacionó su carro frente al Grupo Rojas. Esperó un buen rato, viendo cómo muchos empleados salían de la empresa, pero Fabián no aparecía.

Empezaba a impacientarse y pensó en llamarlo.

Al desbloquear el celular, vio el mensaje que Fabián le había enviado por la mañana pidiéndole que llevara a Cecilia. A pesar de todo, se preocupó por ella.

A su hija le encantaba ser la mejor en todo. Si había llegado tarde a la escuela, seguro que había llorado y se había sentido fatal.

Al pensar en eso, a Belén se le encogió el corazón.

Si no la había llevado a la escuela, Cecilia seguro la odiaría aún más, y estaría más convencida de que Frida era la madre perfecta para ella.

Pero, ¿qué más daba?

Nunca fue ella quien los abandonó, fueron ellos quienes la abandonaron a ella.

En ese momento, la puerta del Grupo Rojas se abrió y el asistente, Leonel, salió junto a Fabián.

Fabián, impecablemente vestido con su traje, alto y esbelto, destacaba entre la multitud. Era una presencia que, con solo estar de pie, atraía todas las miradas.

Un Rolls-Royce negro estaba estacionado al borde de la acera. Fabián se acercó, pero en lugar de subir, abrió la puerta del conductor, protegió el techo con una mano y extendió la otra, de dedos largos y bien definidos, hacia el interior.

Belén no se había fijado en ese carro ni sabía quién estaba dentro. Pero pronto lo vio claro: era Frida.

Al bajar del carro, Frida fue cuidadosamente protegida por Fabián. Parecía un hada etérea, vestida con un sencillo vestido blanco. Su atuendo era discreto, pero al lado de Fabián no desentonaba en absoluto, al contrario, se complementaban.

Con la ventanilla bajada, Belén espiaba desde el otro lado de la calle a su marido y a su verdadero amor.

Quizás hasta el atardecer se había rendido ante la belleza de la pareja, pues sus sombras se proyectaban en el suelo, largas e inseparables.

Frida, con toda naturalidad, tomó el brazo de Fabián. Él la miró, sus ojos llenos de una cálida sonrisa.

Leonel, al ver la escena, se retiró discretamente.

Fabián parecía estar diciéndole algo a Frida, pero estaban demasiado lejos para que Belén pudiera oír.

Fabián se sorprendió al verla. Frida, al seguir su mirada, también la vio.

Belén se centró en Fabián y fue directa al grano.

—Quiero hablar contigo de algo.

Fabián frunció ligeramente el ceño, una clara señal de disgusto.

—¿De qué?

—Mi papá y mi mamá quieren conocer a Cecilia —dijo Belén—. Me la llevaré esta noche a dormir a su casa, mañana la llevaré al kínder y tú la recoges por la tarde.

En los cinco años que llevaban casados, Fabián nunca había conocido a sus suegros ni a su cuñado, y tampoco había mostrado interés en hacerlo. Pero entendía el cariño que los mayores sentían por los más jóvenes.

Miró a Belén y respondió con frialdad:

—Por mí no hay problema, pero Cecilia…

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