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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 52

Pero Belén, al acercarse, solo se inclinó para mirarla fijamente a los ojos.

—¿Te quieres ir? —le preguntó con suavidad, sin rastro de enojo en su rostro.

Por un instante, Cecilia se sintió confundida. Parecía como si la mamá buena de antes hubiera vuelto. Sin pensarlo dos veces, expresó su verdadero deseo.

—Sí, me quiero ir.

Belén sonrió, y con una voz aún más dulce, le dijo:

—Entonces arréglate, yo te llevo.

Al ver que su madre accedía tan fácilmente, Cecilia sintió una punzada de incomodidad.

—Pero mi papá me dijo que…

Antes de que pudiera terminar la frase, Belén la interrumpió.

—Si te quieres ir, te vas. Yo te llevo.

Si no se sentía a gusto allí, ¿para qué forzarla a quedarse? Los Soler ya la habían visto, y no era necesario que Cecilia volviera.

Viendo la seriedad en el rostro de Belén, Cecilia asintió con algo de inquietud.

—Bueno.

—Entonces, prepárate —le dijo Belén, acariciándole la cabeza.

Cuando bajaron, solo una de las empleadas estaba limpiando la sala. Al no ver a nadie de la familia, Belén sintió un alivio. Sin embargo, Cecilia miraba a todos lados, algo nerviosa.

—Mamá, ¿no nos despedimos de mis abuelos?

Belén la tomó de la mano y simplemente respondió:

—No hace falta.

Cecilia se sintió aún más inquieta, pero la idea de quedarse en la mansión Soler le resultaba insoportable.

Durante todo el camino de regreso a la mansión Armonía, Belén no le dirigió ni una sola palabra. Cecilia, por su parte, no se atrevió ni a sacar el celular. Quería decir algo, romper el silencio, pero no sabía cómo. Toda esa tensión se disipó en cuanto vio la mansión Armonía a lo lejos.

Cecilia saltó del carro y corrió hacia la entrada, gritando.

—¡Papá, señorita Frida, ya regresé!

Ninguno de los dos habló. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Finalmente, Fabián se dio la vuelta para subir.

—Fabián, tengo que hablar contigo —lo detuvo Belén.

Él se detuvo sin moverse, con la mirada aún fija en ella, y preguntó:

—¿De qué?

—De cuándo vamos a arreglar las cosas —dijo Belén.

Prolongar esa situación no le hacía bien a nadie. A pesar de la distancia, Belén notó una mancha de labial en el cuello de Fabián. Lo que eso significaba era evidente. Quiso mantener la calma, pero después de haberlo amado durante ocho años, no pudo evitar que se le enrojecieran los ojos.

Fabián no entendió a qué se refería.

—¿Arreglar qué?

Belén se mordió el labio y, con dificultad, logró decir:

—El divorcio…

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