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De Esposa Desechable a Cirujana Renacida romance Capítulo 82

Fabián no tuvo más remedio que ceder.

—Está bien.

Al bajar la mirada, se dio cuenta de que la mano de Frida sangraba. Había estado tan preocupado por Cecilia que no se había percatado de que no se había curado. Ahora que lo veía, se alarmó y, tomándole la mano, preguntó:

—¿Por qué no te has vendado esto?

Frida negó con la cabeza, con los ojos enrojecidos.

—Estaba buscando a Cecilia y se me olvidó por completo.

En realidad, había ido a la enfermería, pero después de pensarlo, decidió no dejar que la curaran. ¿No era mejor que Fabián lo viera así?

La urgencia se apoderó de él.

—Te llevo al hospital ahora mismo.

Después de llevar a Frida al hospital para que le curaran la herida, los llevó de vuelta a la Mansión Armonía. Cuando Camila los vio llegar, salió a recibirlos.

—Señor, señorita Frida, señorita Cecilia.

—Esta noche prepara avena —ordenó Fabián—. La señorita Frida se lastimó el dedo y no puede comer nada grasoso ni muy condimentado.

Camila asintió con una sonrisa.

—Entendido, señor.

Cuando entraron a la sala, Camila volvió a preguntar:

—¿Preparo algo más para usted, señor?

Conocía bien los gustos de Fabián y sabía que no le gustaba la avena.

Fabián lo pensó un momento.

—No hace falta, comeré avena también.

Camila comprendió de inmediato que quería acompañar a Frida.

Una vez arriba, Fabián dejó a Frida en la habitación de invitados para que descansara. Luego, llevó a Cecilia a la recámara principal y cerró la puerta. La niña se sentó en el sofá, confundida por el comportamiento de su padre.

—Papá, ¿qué pasa?

Fabián se sentó frente a ella, tomó sus manitas y le preguntó:

—Cecilia, necesito que me respondas algo.

—Papá, ¿te vas a divorciar de mamá?

La pregunta lo tomó por sorpresa. Se quedó un instante en silencio antes de responder:

—No, claro que no. Papá no dejará que te quedes sin tu mamá.

Cecilia soltó un suspiro de alivio. Saltó del sofá y lo abrazó.

—Papá, quiero que mamá y la señorita Frida me quieran, y que tú también me quieras.

El corazón de Fabián se derritió. Frotó su frente contra la de Cecilia y le dijo:

—Claro que sí. La señorita Frida y yo siempre te vamos a querer.

—¿Y mamá? —preguntó ella.

Fabián le acarició suavemente el lóbulo de la oreja.

—Papá se encargará de que mamá te siga queriendo.

Cecilia, feliz, se puso a dar vueltas por la habitación. Viéndola así, Fabián pensó en silencio que su matrimonio con Belén tendría que continuar. Le daba igual lo que ella sintiera, pero su hija era de ambos, y él quería que fuera feliz, que tuviera lo mejor.

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