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Deuda de amor romance Capítulo 1

Era de noche, pero Génova Sánchez tenía un sueño irregular; sentía como si alguien la estuviera aplastando hasta el punto de asfixiarse. Peor aún, escuchaba el sonido de una respiración profunda y rápida y, como si eso fuera poco, comenzó a sentir un dolor agudo y punzante en su entrepierna. Al darse cuenta de ello, abrió los ojos, horrorizada y, al instante, vio, de forma difusa, la silueta de un hombre encima de ella.

—¿Eres... tú, Mauricio?

El hombre que apestaba a alcohol emitió un suave gruñido y luego se empujó con fuerza una y otra vez sin decir nada. Sin embargo, debido a la voz familiar, Génova suspiró aliviada y, mientras el hombre la penetraba más, sintió más deseos de seguir haciéndolo. Al final, emitió, inexorablemente, gemidos seductores y el hombre se movió cada vez más enérgicamente. Apretando los dientes, Génova soportó el dolor y se perdió en ese maravilloso momento; sentía como si caminara sobre las nubes.

Llevaban tres años casados y Mauricio Britos por fin estuvo dispuesto a acostarse con ella. Debido a que su abuelo, Daniel Britos, le había impuesto ese matrimonio, a lo largo de los años jamás se había interesado en ella. Por lo tanto, sin importarle el motivo, Génova estaba encantada de que él hubiera entrado a su habitación esa noche.

Dos horas más tarde, con un profundo gemido, Mauricio se desplomó sobre ella. El joven estaba totalmente agotado y la luz de la luna, que se filtraba por los ventanales, iluminaba su perfecta figura. Mientras Génova escuchaba los rápidos latidos del corazón de su esposo, le pareció que todo era demasiado real, pero también como si fuera un sueño. «Si realmente estoy soñando, ¡no quiero despertarme jamás!». Entrelazó sus brazos al cuello del hombre con una mirada de enamorada mientras jadeaba ligeramente tras el arduo ejercicio.

—Mauricio... Mauricio, de verdad te...

Antes de que pudiera pronunciar la palabra «amo», oyó que el hombre murmuraba un nombre en voz baja y ronca:

—Tasha…

Al oírlo, se quedó inmóvil; sintió que le dolía el corazón y se le heló la sangre. Tasha era el apodo de Natasha Morales, el primer amor de Mauricio, quien había estado en el extranjero esos últimos años gracias a Daniel, pero había regresado al país el día anterior. Además, la mujer le envió a Génova un mensaje de texto provocativo que decía: «Volví, Génova, y ya no hay sitio para ti en la familia Britos. Mauri y yo somos novios de la infancia. ¿Crees que puedes ocupar mi lugar en tan solo unos pocos años? ¡Aléjate! Vuelve al orfanato, que es donde perteneces. No sabes lo mucho que me quiere, ¿no? Aunque esté contigo en la cama, sin duda gritará mi nombre. Solo me estás reemplazando y eso debe ser un sentimiento horrible, ¿no, Génova?».

En ese momento, la joven lo negó. «¿Reemplazando? Soy la nieta política que el gran señor Britos eligió, la legítima señora Britos. ¡Soy yo y no reemplazo a nadie!».

Sin embargo, en ese momento, todavía podía oír a Mauricio gritando el nombre de Natasha. Seguía repitiendo en su mente los mensajes de texto burlescos que había recibido, prueba de sus ilusiones del pasado. De forma inesperada, comenzó a llorar incontrolablemente, apretó los puños y le tembló todo el cuerpo por reprimir sus emociones. «Todos estos años he sido cauta y obediente hasta el punto de ser sumisa. Incluso dejé mi trabajo y dediqué todo mi tiempo para ser una buena esposa para él. Su madre y su hermana opinan sobre mi historia, son arrogantes en todos los sentidos de la palabra; me hacen la vida imposible constantemente y me humillan. Sin embargo, aguanté todo porque no quería causarle problemas a mi marido. ¿No me he rebajado lo suficiente para ganarme su amor? ¿Por qué tuvo que pisotear mi dignidad hasta la última instancia?».

—¿Esa es la clase de mujer que soy para ti?

En respuesta, Mauricio esbozó una sonrisa irrisoria pese a que su mirada reflejaba repugnancia.

—En aquel entonces, ¿no engañaste también al abuelo con algún truco para que me obligara a casarme contigo? ¿Por qué finges inocencia ahora? Una mujer desvergonzada por naturaleza como tú ni siquiera es digna de calzar las pantuflas de Tasha.

«¿Desvergonzada por naturaleza? ¿Fingir inocencia? ¡Ja! Resulta que en realidad soy así de despreciable para él. En cuanto a usar un método como drogarlo, lo habría hecho hace años si hubiera querido. ¿Por qué hubiese esperado hasta ahora? La verdad que él no me comprende en absoluto. ¡Qué ironía! Sacrifiqué todo en los últimos tres años, ¡pero fue en vano! En este caso, ya no tengo necesidad de aguantar más». Mientras soportaba el dolor en la muñeca, Génova apretó los dientes e hizo fuerza, soltándose con fuerza del agarre y luego levantó la cabeza.

—Divorciémonos, Mauricio —dijo con decisión.

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