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Deuda de amor romance Capítulo 2

—¿Qué?

Mauricio frunció el ceño ya que, al parecer, jamás habría imaginado que le propondría divorciarse. «Me drogó anoche. ¿Qué truco está tramando tan temprano por la mañana?».

—¿Te has vuelto loca?

Génova se limitó a mirarlo con indiferencia. Era mucho más baja que él, pero su aura en ese momento era totalmente comparable a la del joven.

—¿No sueñas con divorciarte hace mucho? Considerando que tu abuelo falleció y fue él quien te obligó a casarte conmigo, ya nadie puede impedirte que te cases con Natasha. ¿No quieres darle un estatus legítimo?

Frunciendo los labios, Mauricio la escudriñó con atención. «¿De verdad sería tan amable de renunciar a esta clase social?». Ante mirada solemne de la joven y el hecho de que no parecía que estuviera mintiendo, Mauricio resopló suavemente.

—Espero que no te arrepientas —dijo en un tono de voz no muy amigable.

Génova hizo una mueca. «¡Nunca he estado tan segura de nada!».

—De lo único que me arrepiento es de haberme casado contigo. —Tras decir eso, giró y se fue, determinada y despreocupada.

Mauricio fijó la mirada en la espalda de Génova durante un largo rato. «En el pasado, siempre se mostró amable y dócil ante mí, incluso fingió fragilidad. Hoy, sin embargo, se muestra sorprendentemente decidida. ¿Puede que la haya acusado injustamente sobre el incidente de anoche? ¿Pero quién podría haber sido si no fue ella?».

Ambos fueron al Ayuntamiento esa misma mañana. Génova, vestida con prendas antiguas y feas compradas en la calle, contrastaba con Mauricio, que vestía un traje negro de Prada de la mejor calidad. Al estar uno al lado del otro, atraían mucho la atención de quienes los rodeaban; sin embargo, a ella no le molestaba en absoluto, ya que lo único que quería era que terminar esa farsa cuanto antes.

En un plazo de diez minutos, pusieron fin a su miserable matrimonio. Mientras contemplaba la monstruosidad del certificado de divorcio que tenía en la mano, Génova entró en trance por un momento y, de repente, oyó una voz indiferente.

—A partir de ahora estás sola.

Cuando levantó la cabeza, el hombre había desaparecido sin siquiera disuadirla de divorciarse ni mirarla por última vez; era como si nunca hubiera formado parte de su vida.

Génova lo interrumpió ya que, ante la mención del pasado, su expresión se tornó aún más despiadada.

—León, está con esa mujer ahora y la familia Heredia no necesita alguien insignificante como yo. Aún tengo un asunto importante que hacer en Floresta, así que no volveré.

Durante los dos últimos años había estado investigando furtivamente quién había sido el culpable que la hizo sufrir amnesia y la llevó a Floresta; y descubrió que esa persona podría ser alguien de Grupo Heredia. Por desgracia, aún desconocía de quién se trataba exactamente. «En este momento, sin saber quién es el enemigo y yo al descubierto, correré un gran peligro si vuelvo con la familia Heredia. Además, no quiero volver y enfrentarme diariamente a esa mujer».

En respuesta, León suspiró.

—Efectivamente, el señor Heredia tenía razón. Aún le guarda rencor y no quiere volver a casa. —Mientras decía eso, sacó de forma respetuosa una tarjeta Centurión —. Aquí tiene su tarjeta; todavía tiene treinta mil millones, ni un centavo menos.

A continuación, hizo un gesto con la mano a los guardaespaldas que tenía detrás y uno de ellos le entregó rápidamente un nuevo contrato a Génova.

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