Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1191

Samanta se levantó de golpe, con la voz aguda.

—¡Ni lo sueñes! Jamás firmaré este contrato de esclavitud.

A su lado, Enzo intervino para explicar:

—Señorita Samanta, le sugiero que lea detenidamente el nuevo contrato. Es más beneficioso para usted.

Samanta soltó una risa fría.

—¿Beneficioso para mí? —Su mirada, llena de resentimiento, se clavó en el apuesto rostro de Gaspar—. Durante estos diez años he invertido tantos sentimientos en ti, ¿y qué he recibido a cambio? Ni siquiera me has tocado una sola vez. Gaspar, si quieres que firme, está bien, pero te pongo dos condiciones. A ver si las aceptas. Primero, acuéstate conmigo durante un año. Segundo, nunca más en tu vida vuelvas a ver a Micaela, y mucho menos te cases de nuevo con ella.

Enzo, a un lado, tosió ligeramente, incómodo.

—Señorita Samanta, por favor, un poco de respeto.

La mirada de Gaspar se congeló al instante, y la temperatura de la sala de juntas pareció descender diez grados.

—¿Qué? ¿No te parece bien? Puedo renunciar al regalo y seguir donando sangre para ti, siempre y cuando cumplas estas dos condiciones. ¿Trato hecho? —Samanta apoyó las manos en la mesa, mirando fijamente al hombre frente a ella. Pero al ver su rostro endurecido por la frialdad, su dolor se intensificó.

—Samanta —Gaspar levantó la vista y la miró directamente a los ojos, con una voz tan fría que cortaba—. Parece que aún no has entendido cuál es tu situación.

Luego, Gaspar se puso de pie y la miró desde arriba.

—¿De verdad crees que estoy negociando contigo?

El corazón de Samanta dio un vuelco. La frialdad en su mirada la intimidó. Cuando se dio cuenta de que ya no tenía ningún valor para él, entendió su situación: no era más que una pieza de ajedrez que él detestaba y estaba a punto de descartar. Pero su orgullo la hizo replicar:

—¿Y si no?

—Entonces seguiremos con el contrato anterior —dijo Gaspar con una mirada gélida—. Si todavía quieres casarte y tener hijos, te conviene firmar el nuevo.