Entrar Via

El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 117

Estefanía seguía sentada en la silla, y aunque la discusión había sido intensa, sentía que le había devuelto las fuerzas.

Justo cuando iba a levantarse para cambiarse y regresar a casa, Benicio irrumpió de nuevo en el consultorio.

—¿Tú todavía sigues aquí? ¡Vete de una vez!

Estefanía lo miró con calma y le respondió con una sonrisa traviesa.

—¿Que qué hago aquí? Pues todavía me falta pasar a revisión con el área de ginecología, ¿no lo sabías?

Benicio frunció el ceño, y su tono se volvió más seco.

—¿Qué te hace falta ahí?

—El doctor Torres fue quien me lo mencionó —contestó Estefanía, con una sonrisa aún más amplia—. Me dijo que mi esposo le preguntó especialmente por temas de ginecología, así que él mismo recomendó al especialista más reconocido de la clínica. Incluso me recordó que después de la acupuntura, no olvidara pasar.

Los ojos de Benicio empezaron a esquivar los de ella.

—¿Qué pasa? ¿No era para mí la consulta? —le soltó con una sonrisa burlona—. Entonces dime, ¿quién más en tu casa necesita una consulta de ginecología?

La expresión de Benicio se ensombreció aún más.

Estefanía no dudó en seguir pinchando.

—Por cierto, escuché que en ginecología también dan masajes y ponen compresas de hierbas. Sr. Benicio, si yo llevo las compresas a casa, ¿quién me va a dar el masaje? ¿O qué, también me vas a dejar esperando?

—¿Qué insinúas? —Benicio ya no podía fingir que no entendía.

Estefanía fingió que no oía y siguió diciendo:

—Ah, y por cierto, ¿podrían mandar mis medicinas a tu oficina? Ya que dejaste tu dirección y número. No te preocupes, con que me las entregues, te prometo que me las tomaré puntual, no hace falta que me vigiles —su sonrisa era una mezcla de desdén y resignación.

Por fin, Benicio no aguantó más.

—¿Qué quieres decir? ¿Hoy lo viste todo?

Estefanía solo lo miró, sin perder la sonrisa.

—¿Me viste y ni un saludo? ¿Te pusiste a espiarme? Estefanía, ¿de verdad eres tan calculadora? —su tono pasó de confundido a acusatorio, luego se rio con amargura—. Ahora entiendo por qué Cris nunca puede contigo.

Estefanía soltó una carcajada genuina. ¿Ahora resultaba que ella era la maquiavélica?

—Benicio —dijo, divertida—, si quieres decir que soy calculadora, entonces piensa que todo lo hago por tu bien. Ya tienes una esposa a tu lado, si yo me aparezco por ahí, ¿cómo vas a quedar tú?

—¡Ya deja de hablar en doble sentido! ¿Qué quieres decir con todo esto? —Benicio se plantó frente a ella—. Cris fue víctima de violencia por problemas de fertilidad, la pasó muy mal y ahora no puede tener hijos. Como amigo, la traje con un buen doctor, ¿qué tiene de malo? ¿A poco también te dan celos?

Estefanía mantuvo la sonrisa, pero negó con la cabeza.

Aunque la había visto sentada en el suelo, empapada en sudor, ni una palabra sobre lo que había pasado, nada de interés por lo que sentía.

Pero a Cristina, bastó que dijera “tengo miedo” para que él volara hacia ella sin pensarlo dos veces.

Benicio, ¿alguna vez te preguntaste si yo también tuve miedo?

Bueno, ahora ya no le temía a nada...

Estuvo sentada en el suelo casi media hora, hasta que por fin recuperó algo de fuerza, se cambió a duras penas y tomó un taxi rumbo a la casa de su abuelita.

Cuando llegó, ya era de noche. El aroma de la comida que preparaba su abuelita llenaba el patio de la casa. Aspiró hondo; si aún había algo capaz de hacerla llorar de emoción, era el amor de su abuelita y el futuro que le esperaba.

Esa noche, Benicio no apareció.

Y no le dolió nada. Ni aunque supiera que él podía estar en la casa de Cristina, dándole masajes en el vientre. Al contrario, sentía que estaba mejor así. Así podría aprovechar los pocos días antes de irse al extranjero para estar con su abuelita.

Después de cenar y bañarse, su abuelita quiso darle un masaje en las piernas.

Estefanía aceptó encantada, porque sabía que si ponía cualquier pretexto para negarse, solo haría sentir mal a su abuelita.

Así que decidió dejar que la apapachara todo lo que quisiera.

Cuando ya sentía las piernas llenas de calor por el masaje, el celular de su abuelita comenzó a sonar con una videollamada.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo