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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 119

—¿De verdad? —La tía no pudo ocultar la alegría en su voz—. ¿Cuándo piensas venir? Yo me encargo de organizarte todo.

—Todavía falta, tía, será hasta agosto.

La tía estaba tan feliz que los ojos se le achicaron de la risa.

—Mientras yo esté aquí, no tienes de qué preocuparte, ni por los gastos ni por nada. Yo me encargo de todo. ¡Esto es maravilloso, Fani! Llevo tantos años sola en el extranjero, y al fin alguien de la familia va a venir a acompañarme.

Platicaron un buen rato más antes de despedirse a regañadientes y colgar la videollamada.

A la abuela se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Fani, tu tía no la ha tenido nada fácil…

Estefanía lo sabía perfectamente.

Su papá nunca se cansaba de recriminarle a la abuela que hubiera apoyado a su tía para que estudiara en el extranjero, mientras él ni siquiera había logrado pasar el examen de ingreso universitario.

Pero Estefanía sabía que su tía se había abierto camino sola. Primero, logró entrar a la universidad por sus propios méritos; después, consiguió una beca completa, y ya estando en otro país, se las arregló para trabajar y estudiar a la vez. La abuela, que era maestra de primaria, y con un hijo como el papá de Estefanía que solo sabía gastar, ¿de dónde iba a sacar tanto dinero?

La abuela sí soñaba con impulsar a su hijo, pero él nunca quiso ponerse las pilas. Con una calificación de doscientos puntos en el examen de ingreso, ¿de qué se quejaba?

—Fani, espérame tantito —la abuela desapareció en su cuarto y, al regresar, traía una tarjeta en la mano que le entregó a Estefanía, con lágrimas en los ojos—. Fani, aquí tienes algo de dinero. Llévala contigo para tus gastos, y no te prives de nada. Cuando tu tía se fue, la abuela no pudo hacer mucho por ella y le tocó batallar mucho…

—Abuela, yo tengo dinero —respondió Estefanía con una sonrisa—. La neta, tengo mucho dinero.

Durante estos cinco años, si algo no le faltó fue dinero. Benicio se encargó de eso, y además ella había ahorrado bastante. Incluso, Benicio puso varios bienes a su nombre.

De repente, a Estefanía se le ocurrió algo.

—Abuela, ¿y si te vas a estudiar conmigo?

La abuela se quedó boquiabierta y de inmediato negó con las manos.

—¿Cómo crees? Eso sí que no.

Pero ahora que lo pensaba, sabiendo que la tía estaba en Reino Unido, ¿por qué no podían reunirse las tres allá?

—Abuela, puedes pedir una visa de turista o de visita familiar y venirte conmigo —le rogó Estefanía, abrazándola del brazo—. Abuelita, si me extrañas, mi pie no está bien y es la primera vez que viajo tan lejos sola. ¿De verdad te quedarías tranquila dejándome ir?

La abuela dudó, se notaba en su mirada.

—Abuela, mira, mañana le pregunto a la tía y vemos qué nos dice. ¿Sale?

Estefanía sabía que la abuela tenía miedo de ser una carga para la tía. Aunque la tía nunca se quejaba, seguro la vida en otro país no había sido fácil. Pero ella no necesitaba que la tía se hiciera cargo de la abuela, ella podía hacerlo. Solo quería que, por fin, la abuela y la tía se reencontraran.

La simple idea de poder estar juntas en otro país la llenó de ilusión toda la noche. Al día siguiente tenía la entrevista presencial para la visa, así que se fue a dormir temprano.

Antes de dormir, revisó los requisitos para tramitar la visa de visita o turista, y cuando ya tenía la información más o menos clara, abrió la app de publicaciones para distraerse. Ahí fue donde se topó con la última publicación de Benicio.

La foto mostraba dos manos entrelazadas. En la de la mujer se veía un anillo enorme y un reloj de lujo, en la del hombre, un sencillo anillo de plata.

El texto decía: [He trabajado toda mi vida para darte un pedacito de cielo. No tengas miedo, aquí estoy.]

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