La mirada de Benicio estaba llena de decepción mientras veía a Estefanía.
—De verdad, jamás pensé que podrías ser tan cerrada de mente, Estefanía. Puedo soportar que seas una persona celosa, porque al menos eso viene del amor, pero lo que no puedo aceptar es que seas capaz de hacer daño por envidia. ¡Mentir y tratar de perjudicar a alguien solo por celos! Así no se puede, me das miedo.
Por fin Benicio se pronunció, y con eso, todos los presentes parecieron dar por resuelto el asunto. Para ellos, quedó claro: Cristina era la inocente, la víctima indefensa que Estefanía quería destruir, y Estefanía, la villana movida por la envidia, capaz de cualquier cosa para deshacerse de la "angelita" de Cristina.
Estefanía sentía que no le quedaban fuerzas. ¿De qué manera podía hacerles entender que jamás había sentido celos de Cristina?
—¡Estefanía! —la llamó la policía.
Mientras Gregorio y los demás discutían acaloradamente, Estefanía se mantuvo en silencio.
¿Para qué perder el tiempo con ellos?
¿Pelear? ¿Seguir discutiendo quién tenía la razón?
¿Buscar algún acuerdo? ¿Con gente como ellos?
—Ya voy —respondió, ignorando a los cuatro y poniéndose de pie para ir con la policía.
Una agente la vio caminar con dificultad y fue a ayudarla.
—Gracias —susurró Estefanía, conmovida por la amabilidad de una desconocida. Irónico, pensó, que el apoyo viniera de fuera y nunca de quienes conocía.
La razón por la que la llamaron de nuevo era sencilla: la recepcionista, la señorita Vélez y el electricista de la empresa de Benicio habían dado testimonios que no coincidían con los de Estefanía, así que necesitaban escucharla otra vez.
Frente al policía, Estefanía se mantuvo firme.
Entonces, la recepcionista, la señorita Vélez y el electricista salieron de la sala de declaraciones. El electricista ni la reconoció, pero la recepcionista y Vélez palidecieron al verla.
Con una sola mirada, Estefanía les dejó claro su desprecio y, tajante, se dirigió al policía:
—Están mintiendo.
El grupo liderado por Benicio se quedó de piedra. Benicio, en particular, estaba furioso.
Gregorio fue el primero en explotar, poniéndose de pie y gritándole:
—Benicio, ven acá —pidió con una calma que solo da la decepción, de pie, mirándolo de frente.
Benicio, sentado junto a Cristina, alzó la vista hacia ella.
—¡No vayas, Benicio! —Gregorio, como si fuera portavoz de Cristina, intentó detenerlo.
Las miradas de Benicio y Estefanía se cruzaron en el aire. Hubo unos segundos de silencio antes de que Benicio se levantara y se acercara a ella.
Estefanía lo contempló, a ese hombre por quien había dado tanto, y preguntó:
—¿Tú también lo crees?
Benicio guardó silencio.
—¿Tú también piensas que yo provoqué el incendio en la sala de juntas para hacerme la víctima? ¿De verdad crees que hace años arriesgué mi vida para casarme contigo y por eso perdí mi pierna?
Los ojos de Benicio se contrajeron por un instante, y luego apartó la mirada.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...