El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 124

Estefanía observó a Cristina frente a ella, viendo cómo la otra se cubría el rostro y rompía en llanto, lágrimas gruesas resbalando entre sus dedos.

En ese instante, tanto Benicio como Gregorio y Ernesto no le quitaron los ojos de encima a Cristina. Sus miradas dejaban ver el nerviosismo que los invadía.

Gregorio, especialmente alterado, soltó de inmediato:

—¿Y eso qué tiene de malo? Aquí estamos para apoyarte, ¿quién se atrevería a hacerte pasar un mal rato?

Ernesto secundó sin perder el ritmo:

—¡Eso! Mejor pregúntale a Beni, en la empresa solo tú te puedes mover como quieras.

—Beni… —Cristina, empapada en lágrimas, miró a Benicio—. Yo… yo de veras no me asusta aguantarme… Solo me preocupa que los rumores negativos terminen afectando a la empresa y, si pasa, será culpa mía. Beni, mejor renuncio, ¿sí?

—¡Inténtalo si quieres! —Gregorio se puso furioso, los ojos rojos de coraje, lanzando una mirada fulminante a Estefanía—. Quien se atreva a obligarte a renunciar, me está obligando a mí también. Y está obligando a Beni. Quisiera ver quién manda de verdad en esta empresa.

—¡Así es! —Ernesto, que siempre andaba pegado a Gregorio y le aplaudía todo, se apresuró a mirar a Benicio—. Beni, tú eres el que manda aquí. ¡Nadie que no haya hecho ni una pizca por la empresa puede venir a dar órdenes!

Esas palabras iban directo para Estefanía, ¿no?

Para ellos, Estefanía siempre había sido la inútil, la que no servía para nada.

Estefanía escuchó todo sin decir nada, sin esperar nada de Benicio.

Sabía que él jamás iba a estar de su lado.

Ahora mismo, Benicio seguía sentado junto a Cristina. Ella, con los ojos llenos de lágrimas, lo miraba mientras negaba con la cabeza entre sollozos.

—Beni, yo no quiero meterte en problemas, jamás dejaría que te pusieran entre la espada y la pared por mi culpa. Si algún día tienes que elegir entre yo y cualquier otra cosa, quiero que siempre… siempre me dejes ir a mí…