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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 127

Gregorio se levantó de golpe de su silla, fuera de sí, y apuntando a Estefanía comenzó a gritarle con rabia.

—¿¡Cómo te atreves a robar los videos de las cámaras de la empresa!? ¿¡O acaso fuiste tú quien puso cámaras sin permiso!? ¡Eso es ilegal!

Estefanía esbozó una sonrisa tranquila.

—Primero que nada, lo que vi en las grabaciones no violó los intereses de la empresa ni vendí ningún secreto. Si crees que rompí la ley, adelante, denúnciame. Segundo, al contrario, lo que capté está protegiendo a la empresa. Soy accionista y casi me queman viva en la sala de reuniones. Mi vida estuvo en peligro, el patrimonio de la empresa sufrió daños graves… ¿No es razonable que en ese contexto yo quiera reforzar la vigilancia en los rincones que ustedes descuidaron? Sr. Benicio, ¿usted se opondría?

Miró a Benicio, pero en su mente seguía resonando la conversación de hace un rato.

—¿Entonces piensas que hace cinco años te salvé solo para engañarte y casarme contigo?

—Sí.

Ese “sí”, tajante y sin dudar, la golpeó en el pecho como una piedra. El eco de ese dolor seguía vibrando en ella.

Se presionó el pecho, como si eso pudiera detener el sufrimiento, y volvió a sonreír con calma.

—¿O será que el Sr. Benicio tiene algo que ocultar y por eso quiere protegerlos?

Sí, ella también era socia. Cuando se casaron, Benicio le dio el diez por ciento de las acciones de la empresa. Sin embargo, jamás había tenido voz ni voto en los asuntos internos.

No era porque ella no quisiera, sino porque, desde que Benicio y Gregorio fundaron la empresa junto a los otros, una barrera invisible la mantenía siempre afuera, como si nunca pudiera cruzarla.

En la cara de Benicio todavía se marcaban los cinco dedos de la bofetada que le había dado. Incluso sus uñas habían dejado un rastro de sangre, y en su rostro impecable esas marcas se veían aún más evidentes.

¿Estaría él sufriendo ahora también? De lo contrario, ¿por qué sus ojos seguían tan enrojecidos?

¿A qué venía su dolor? ¿A que su poder para comprarlo todo había sido desenmascarado?

—Y pensar que eres accionista y subdirector… Ahora entiendo por qué la empresa va en picada. ¡Con razón, si los inútiles a cargo son como tú!

Ernesto también explotó.

—¿A quién le dices inútil?

—¡A ti! ¿O qué, vas a llorar? —le lanzó Estefanía, sin compasión—. ¿De verdad crees que la empresa está donde está gracias a ti? Mejor pregúntate qué han hecho ustedes. ¡Benicio sí que es afortunado de tenerlos! Si no fuera por ustedes, no habría llegado tan lejos…

Gregorio y Ernesto se miraron sorprendidos, creyendo que los elogiaba, pero Estefanía les cambió el tono en seco.

—… porque si no fuera por ustedes, él ya estaría entre los primeros del país. ¡Pero no! Ustedes, que no tienen dos dedos de frente, solo han sido un lastre que lo ha frenado todo este tiempo!

—Tú… —Gregorio y Ernesto se pusieron lívidos, la furia se les notaba en la cara, deformando sus gestos.

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