—No pasa nada —dijo Benicio—, tengo una enfermera cuidando de ella.
—¡Beni, no es por nada! —aventó Cristina, con un gesto angustiado—. ¿Cómo va a ser lo mismo una enfermera que un esposo? Ella está herida, lo que más necesita ahora es el cariño de su marido, deberías estar a su lado. Para tomar unos tragos, cualquier día es bueno, ¿no?
Gregorio le dio una palmada en el hombro a Benicio.
—¡Ya, Cris, deja de insistir! ¿A poco no conozco a Estefanía? Seguro fue ella la que echó a Beni de regreso con nosotros. Cris, si Estefanía tuviera la mitad de tu sensatez, nuestro Beni no la estaría pasando tan mal.
Ernesto también intervino, dirigiéndose a Cristina:
—Cris, ya no insistas, no seas tan comprensiva. ¡Deberías pelear un poco! Mira a Estefanía: pelea por la herencia, pelea por el cariño de Beni... ¿y tú qué? ¡Hasta la ayudas a que se quede con él!
En cuanto Ernesto mencionó el tema de la herencia, la rabia le subió a Cristina. Todo el provecho que tanto le costó sacarle a Benicio, ¡Estefanía se lo había arrebatado de vuelta!
Estos días hasta se había visto obligada a mudarse y vivir en un hotel.
¡Esa casa que decoró con tanto esmero!
¡Y todos esos bolsos, joyas y relojes que ahora tenía que devolver! ¡Estefanía le estaba arruinando la vida!
Pero Cristina no podía desahogar su enojo. Al contrario, tenía que seguir mostrándose cariñosa y dulce con Benicio.
Poco a poco, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Gregorio, Ernesto, no digan eso. Beni se mata trabajando afuera, por todos nosotros, también por Estefanía, ¿saben lo difícil que es para él? Si ni nosotros podemos tranquilizar su corazón, ¿entonces quién va a estar para él?
Sus palabras conmovieron de repente a Benicio.
En el fondo, desde que su abuela falleció cuando estaba en la prepa, ya no tenía a nadie detrás de él...
Gregorio y Ernesto también suspiraron con amargura.
—Pero, Cris —dijo Gregorio—, tampoco tienes que ser tan noble. Si ella te pide que le regreses algo, tú de veras lo devuelves. Me da coraje por ti. Todo lo que debería hacer Estefanía, al final lo haces tú por Beni.
—¿Y no es lo que corresponde? —sonrió Cristina con dulzura—. Si quiere la casa, si quiere las cosas de lujo, pues que se las lleve. A mí eso no me importa. Lo que me importa es el cariño que hay entre nosotros, que, aunque pasen los años, siga siendo más fuerte que el oro. Quiero que cuando tengamos cincuenta, sesenta, ochenta años, sigamos sentados juntos, platicando y tomando.
Los ojos de Benicio se humedecieron poco a poco. Le sonrió a Cristina con una ternura inesperada.
—No te preocupes. Yo nunca te voy a dejar desamparada. En cuanto la policía cierre el caso, yo me encargo de todo otra vez.
Gregorio soltó una risa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...