El doctor Torres soltó un suspiro y, tras pensarlo un buen rato, comentó:
—Señorita Estefanía, de verdad que me da mucha lástima. Hemos tenido pacientes que se han recuperado por completo, y en esos primeros días tu avance fue incluso mejor que otros casos exitosos. Como médico, me cuesta dejarlo así. Mira, te voy a pasar los videos de los ejercicios de rehabilitación, y también te puedo compartir el método y la teoría de la acupuntura que usamos aquí. Si en algún momento encuentras a un buen doctor tradicional, podrías pedirle que te aplique este tratamiento siguiendo nuestra técnica. Eso sí, la rehabilitación implica riesgos, pero tú tienes experiencia en danza… Si logras encontrar a un entrenador de rehabilitación experimentado para que te guíe, no olvides que siempre debes entrenar con protección.
Aunque Estefanía ya había perdido casi toda esperanza de recuperar su pie por completo, se sintió agradecida al ver cómo el doctor Torres se preocupaba por ella. Incluso se animó a preguntar con algo de duda:
—Doctor Torres, ¿de verdad se puede compartir su técnica de acupuntura? ¿No le molesta?
—La medicina existe para sanar y ayudar a los demás, y siempre debemos aprender unos de otros —respondió el doctor Torres mientras seguía tecleando en su computadora—. Nosotros vamos constantemente a dar conferencias y compartir nuestras experiencias. Esta técnica ya la utilizan otros colegas.
—Perfecto, muchas gracias.
Estefanía salió del consultorio sintiéndose ligera, como si le hubieran salido alas. Pensar que en unas horas estaría de regreso en casa de su abuelita y que pronto tendría en sus manos el pasaporte, le daba una energía especial.
Pero al llegar al vestíbulo, vio a Cristina sentada en la sala de espera.
—¿Cristina vino a revisión? —pensó sorprendida.
Rápido, dio media vuelta y regresó al consultorio del doctor Torres para pedirle que no le contara a Benicio nada de la conversación que acababan de tener.
El doctor la miró un poco raro, pero terminó asintiendo.
Cuando Estefanía volvió al vestíbulo, justo vio salir a Benicio, quien llamó a Cristina:
—Cris, ya te toca, ven.
En ese momento, Benicio vio a Estefanía. Su expresión cambió de inmediato.
Ella le sonrió, saludando con toda naturalidad:
—Qué tal, señor Benicio.
—¿Qué haces aquí? ¿Ya te dieron de alta? —Benicio la miraba con una mezcla de molestia y sorpresa.
—Así es. Mucho gusto en verte —respondió Estefanía, sonriendo.
El gesto de Benicio se tornó aún más serio.
—¿Y por qué no me avisaste que te ibas?
Estefanía seguía sonriendo, radiante.
—No quise molestarte. Pero ya no les quito más tiempo, me voy primero.
—Espera —le soltó Benicio.
Ella arqueó una ceja, preguntándose si todavía había algo pendiente.
—¿Qué, vas a llevarme a casa?
—Espérame y nos vamos juntos —dijo Benicio.
—No hace falta —respondió Estefanía con una sonrisa burlona—. Querido, nuestros caminos ya no son los mismos.
Muy pronto, pensó, cada quien tomará su rumbo. Solo quedan seis días para despedirse.
—Estefanía, ¿por qué no revisas a Beni? Así tal vez pronto tengan un bebé.
¡Qué buena actriz resultó ser!
Estefanía dudaba mucho que Cristina realmente quisiera que ella y Benicio tuvieran un hijo.
—La verdad, ese aceite medicinal es buenísimo. Después de que me lo frotaste en el vientre, sentí un calorcito delicioso, ¿verdad, Beni? —Cristina levantó la cara para preguntarle a Benicio.
¿Así que todo era para presumirle que Benicio le había frotado el vientre?
Estefanía negó con la cabeza, sonriendo.
—Yo no necesito revisión. Además, no poder tener hijos no siempre es culpa de la mujer. Mi consejo es que Benicio se revise también. Seguro que aquí mismo tienen un especialista en eso, ¿no?
A Benicio se le descompuso la expresión.
—No seas así —le dijo Estefanía, con voz de falsa preocupación—. Sé que los hombres son bien orgullosos y nunca aceptan cuando algo anda mal en ese tema, pero si hay un problema, hay que atenderlo. Nada de andarse escondiendo o haciéndose el valiente.
Lo dijo con voz clara, sin bajar la intensidad, así que todos en la sala de espera escucharon y empezaron a mirar a Benicio con curiosidad.
Por más que Benicio apretó la mandíbula y arrugó el ceño, no pudo evitar la vergüenza frente a tantas miradas. Solo alcanzó a murmurar, molesto:
—Estefanía, no digas disparates.
—Lo digo por tu bien, ¿eh? Ojalá pronto puedas ser papá, ¿no crees? Bueno, no les quito más tiempo, que les vaya bien. ¡Adiós!
Y sin mirar atrás, Estefanía se marchó, dejando a todos con la boca abierta.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...