Estefanía Navas no entendía para nada por qué su familia le tenía tanto miedo a Benicio Téllez. Si a fin de cuentas, Benicio no era ningún superhéroe que pudiera brincar de techo en techo ni mucho menos un asesino de película.
La única diferencia era que tenía dinero. Nada más.
Algunos, apenas ven a alguien con poder, se encogen. Les encanta pisotear a los más débiles, pero en cuanto se topan con alguien influyente, se hacen chiquitos. Si su papá, por ejemplo, se atreviera a plantarle cara a Benicio como lo hacía con ella y con la abuela, hasta lo respetaría un poco.
Vamos, ¿a poco entre su papá, su hermano y su mamá juntos no podrían con Benicio si se pusieran bravos? Pero no, apenas lo ven y ya se les olvidan los pantalones.
Gente así solo sirve para abusar de los que no pueden defenderse.
¡Eso sí que da coraje!
La llegada de Benicio cambió por completo el ambiente en la casa.
En cuanto entró y abrazó a Estefanía con un brazo y a la abuela con el otro, se colocó delante de ellas, como buscando protegerlas.
—Ahora vamos a llevar a Estefanía a que le curen la mano, la abuela y yo —dijo con voz firme—. Ustedes, váyanse de aquí.
Marcelo Navas y Olivia intercambiaron miradas. Marcelo soltó una risa forzada.
—No nos vamos. Aquí nos quedamos, cuidando la casa.
Benicio también soltó una carcajada, pero no de buen humor.
—¿De verdad crees que te voy a dejar?
El gesto de Marcelo se descompuso un poco.
—Benicio, este es mi hogar, donde crecí. No tienes derecho a echarme.
Quería dejar claro que Benicio no mandaba ahí.
Pero Benicio no se inmutó.
—Solo sé que esta es la casa de la abuela. ¿No se van? Está bien, esperen tantito.
Luego ayudó a la abuela y a Estefanía a subirse al carro y se dirigieron juntos al hospital comunitario.
...
En el trayecto, Benicio se sentía incómodo. Miró a la abuela y habló, sincero:
—Abuela, sé que hoy me pasé un poco. Pero ver la mano de Estefanía así me hizo perder la paciencia. Si quieres regañarme, acepto lo que digas.
La abuela, en vez de responderle, apretó la mano de Estefanía y se le humedecieron los ojos.
—La culpa es mía —susurró, con la voz quebrada—. No supe cómo ponerle límites a mi hijo. No lo eduqué bien…
—No diga eso, abuela —intervino Benicio, intentando consolarla—. Yo creo que el carácter viene desde adentro, es cosa de genes. Su hijo siempre fue problemático, pero como es el papá de Estefanía, me he aguantado. Hoy sí se pasó, pero no es su culpa. Si la educación fuera todo, ¿por qué Estefanía y su tía son tan buenas personas? No se sienta mal, abuela. Lo malo viene de raíz, no de usted.
La abuela escuchó, pero sus ojos seguían tristes. Al final, pensó que su mayor error en la vida había sido casarse con el hombre equivocado.
—No se ponga así, abuela —Estefanía se recargó en su hombro y trató de sonreír—. Mi mano está bien, no es para tanto, de verdad.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...