En realidad, aquellas palabras de "alguien más" sí le habían dolido a Estefanía en su momento.
Pero en aquel entonces, ella sabía convencerse a sí misma.
Se repetía que, después de todo, él aún no la quería; era normal que la viera como a cualquiera. Ya con el tiempo, seguro todo mejoraría...
Ingenuamente creyó que en el mundo privado de Benicio solo existían él mismo y los recuerdos de su abuela.
Pero no era así.
En su espacio personal, claro que había alguien más. Solo que esa persona, ni siquiera era su abuela, sino Cristina.
Sumida en sus pensamientos, Estefanía dejó de prestar atención a lo que hacían Benicio y Cristina, hasta que de pronto escuchó la voz de Benicio.
—No llores así, de verdad, yo no te he dicho nada malo, ni te estoy culpando de nada. Ánimo, sonríe tantito, si tú sonríes, yo me pongo feliz.
Desde el retrovisor, Estefanía vio cómo el rostro de Cristina, bañado en lágrimas, de repente se iluminó con una sonrisa.
Así que Benicio, delante de su propia esposa, estaba consolando a su amante.
Estefanía solo pudo pensar: qué cosa tan absurda.
Y justo entonces, Cristina le lanzó desde el retrovisor una mirada desafiante.
Estefanía, en vez de molestarse, le devolvió una sonrisa franca, dejando a Cristina tan sorprendida que no supo cómo reaccionar.
Ya sin ánimos de seguirles el juego a esos dos, Estefanía cerró los ojos y se desconectó.
Benicio condujo hasta la estación de policía. Cuando llegaron, Estefanía bajó del carro, ignorando los gritos agudos de Cristina:
—¡Beni, ayúdala! ¡Estefanía no puede caminar bien!
El grito hizo que todos dentro de la estación voltearan a ver.
Vaya, Cristina siempre tenía que estar haciendo drama, igual que los lamebotas de Benicio, Gregorio y Ernesto. Parecía que moría por gritarle al mundo que Estefanía era una lisiada y que no merecía estar con su querido Beni.
Bueno, pues si tanto querían hablar de su pierna, que así fuera.
Estefanía se quedó parada, giró y gritó:
—¡Amor, apúrate! Me duele la pierna, ayúdame a caminar.
¿No querían estar recordándole a todos su problema?
Pues ella lo haría mejor.
Sabía perfectamente que Benicio no tendría más remedio que acercarse y, por supuesto, no se atrevería a negar que era su esposo.
Primero, porque todavía necesitaba que ella retirara la denuncia. Solo Cristina, que no entendía nada, se empeñaba en buscarle problemas en esa situación.
Segundo, porque, al final, Benicio sí era su marido.
Benicio dudó un momento, con la cara desencajada, pero al final se acercó y la ayudó a caminar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...