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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 204

Ahora ya ni ganas tenía de seguir platicando. Total, en un par de días saldrían de viaje y prefería no buscarse más problemas; cualquier cosa que pudiera cambiar los planes mejor evitarla.

Pensando un momento, soltó:

—Uno tiene que mirar hacia adelante, no puede estar atado al pasado todo el tiempo. Si no, ¿cómo se sigue viviendo?

Benicio respiró aliviado y, de manera poco común, le regaló una sonrisa. Le revolvió el cabello con afecto.

—Me alegra que pienses así. Pase lo que pase, vamos a compartir la vida, y lo más importante es vivir con alegría, sin amarguras.

Estefanía asintió, pero en el fondo solo le daba importancia a lo de “vivir con alegría”, no a ese cuento de pasar la vida juntos. ¿Quién quiere pasar la vida contigo?

Benicio sacó su celular.

—Voy a ponerme a trabajar. Cuando termine estos dos días, tendré tiempo para ir a buscar a la abuela, y nos vamos de viaje, ¿te parece?

Justo en ese instante, el celular de Estefanía vibró con una notificación.

Benicio le había transferido un millón de pesos.

Últimamente, ese hombre andaba repartiendo dinero como si no costara nada. Ojalá siguiera así, porque el dinero sí que le gustaba.

—Tenemos más o menos diez días. Piensa a dónde te gustaría ir y organiza el viaje. No te preocupes por gastar. Salir del país ya no da tiempo, pero una isla o algo parecido todavía se puede. O si tú y la abuela prefieren otro lugar, como quieran.

Estefanía asintió sin pensarlo mucho. Al final, el viaje con la abuela ahora contaba con más presupuesto, y eso estaba genial.

Pero entonces, ¿si ya le transfirió el dinero, por qué seguía ahí sentado? ¿Por qué no se iba de una vez? ¿Para qué seguía plantado frente a ella?

Levantó la mirada y se topó con que él la observaba con una expresión extraña.

En realidad, antes de que Cristina regresara, Benicio siempre se había mostrado gentil con ella, aunque ese trato venía acompañado de cierta distancia, una especie de amabilidad forzada, como si ser atento fuera parte de su trabajo y, aunque no le nacía, igual lo hacía.

Pero ahora, en su mirada suave se asomaba una satisfacción ardiente, hasta parecía orgulloso, igualito a esos esposos en las novelas antiguas que, tras conseguirse una amante, se sienten felices porque su esposa se muestra comprensiva y tolerante con la situación.

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