Esa noche, Estefanía se quedó a dormir con su abuelita en la casa nueva que acababan de limpiar a fondo. Todo el ambiente olía a fresco y el aire, de alguna manera, se sentía más ligero, como si el mundo entero hubiese cambiado por completo.
Apagó el celular, porque ya tenía a la persona que más quería a su lado. Sin preocupaciones ni pendientes, durmió como nunca antes, entregándose al sueño por doce horas seguidas.
Cuando al fin despertó, sentía el cuerpo tan descansado que por un momento pensó que podía volar. Todo en ella estaba en paz, la mente despejada, el ánimo renovado.
Buscó el celular en la mesa de noche y lo encendió. Apenas cargó, vio que Benicio le había marcado varias veces y le había dejado un montón de mensajes en WhatsApp, todos llenos de signos de interrogación y preguntas como: [¿En qué andas? ¿Por qué no me contestas el teléfono?]
Estefanía no respondió. El aire acondicionado estaba a una temperatura perfecta y las cortinas seguían cerradas, así que decidió quedarse un rato más en la cama. Además, ya tenía planeado el desayuno con su abuelita desde la noche anterior, así que no había prisa.
Pero Benicio, como si oliera que ella seguía en la cama, volvió a molestarla.
Ahora, con una videollamada.
Estefanía ni lo pensó: rechazó el video sin dudar.
Benicio insistió con un mensaje: [¿¿¿Por qué no aceptas la videollamada???]
Estefanía contestó: [Apenas desperté, ni siquiera me he bañado.]
Benicio no se detuvo. Le volvió a mandar la invitación de video.
Estefanía miró alrededor, resignada. A veces las costumbres de uno se quedan pegadas sin importar dónde estés. La sábana y las fundas de la cama donde dormía ahora, tenían los mismos tonos y estampados que usaba en casa. Al final, aceptó la llamada.
El celular quedó tan cerca de su cara que en la pantalla solo se veía su cara, todavía con un leve rubor por el buen sueño.
Benicio apenas la vio, soltó:
—Vivimos juntos cinco años, ¿de verdad crees que no sé cómo te ves sin bañarte? Ándale, déjame verte.
Estefanía apenas entrecerró los ojos, sin ganas de platicar.
—¿Por qué apagaste el celular?
Ella puso los ojos en blanco.
—Porque si no lo hacía, no me ibas a dejar dormir.
Por un rato, Benicio no supo qué decir.
—Todavía tienes sueño, ¿verdad? ¡Tienes cara de cerdito dormilón!
Fue tan inesperado que Estefanía sintió cómo se le erizaba la piel. Sabía que entre parejas a veces se usaban apodos extraños, pero nunca se habían dicho cosas así. Que Benicio le llamara “cerdito” la hizo sentir rara, fuera de lugar. Sintió que la incomodidad le recorría la espalda.
—Voy a dormir otro rato, voy a colgar —dijo, buscando terminar rápido la videollamada.
—Quería enseñarte la vista al mar que tengo en la mañana… —Benicio sonaba algo decepcionado—. Bueno, duerme, yo me voy a desayunar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...