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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 232

Con mucho trabajo logró zafarse de la conversación.

Se puso a revisar los mensajes anteriores de Benicio; eran muchísimos, todos enviados esa misma noche.

Ni ganas le dieron de leerlos todos. Solo le contestó con una frase:

[Benicio, ya te dije todo lo que tenía que decirte. Si no es para aceptar el divorcio, por favor, ya no me escribas. No voy a leer nada más.]

Apenas envió el mensaje, Benicio respondió de inmediato:

[¿Ahora me vas a amenazar con el divorcio? ¿De verdad crees que me da miedo divorciarme de ti?]

¡Pero si ella no lo estaba amenazando! Ya le había repetido eso tantas veces que hasta le fastidiaba decirlo.

[Benicio, el acuerdo de divorcio ya está en la casa. Seguro que lo viste. Si no tienes problema con el divorcio, entonces terminemos con esto de una vez. Cuando regrese lo firmamos.]

[Va.]

Al recibir esa respuesta seca, Estefanía sintió un alivio tremendo. Ni modo, con tal de que aceptara, le bastaba.

Sin embargo, justo después de ese “va”, Benicio le mandó otras dos fotos. En una, él y Cristina posaban juntos en la terraza de una casa frente al mar. En la otra, los dos estaban sentados en el comedor de la casa donde Estefanía y Benicio vivieron juntos cinco años. Si no se equivocaba, los platillos sobre la mesa eran los mismos que Benicio acababa de cocinar.

[Estefanía, no soy tan poca cosa, tampoco me falta quien me quiera.]

Estefanía respondió con un emoji de asentimiento y añadió:

[Que seas feliz.]

Después dejó de prestarle atención, se puso a ver publicaciones en su celular.

Antes, ella era insegura y reservada, se mantenía en un círculo muy pequeño y casi nunca miraba las publicaciones de los demás. Pero en estos días, había encontrado cierto consuelo en ellas.

Le gustaba ver cómo otros compartían sus comidas, sus tardes, sus amaneceres y atardeceres. Esos pequeños detalles de la vida, tan mundanos y vivos, también la hacían sentir acompañada.

Ni de chiste alguien le mandaría una captura.

Seguro solo chismeaban en grupitos privados, murmurando por lo bajo.

En todo caso, el que hacía el ridículo no era ella. Que hablaran lo que quisieran, a Estefanía ya no le importaba.

...

Al día siguiente fue el estreno formal de la obra.

Estefanía estuvo ocupada todo el día con los preparativos y la logística. Cuando la función terminó y los actores salieron a recibir los aplausos del público, el sonido de las palmas inundó el teatro. En ese preciso instante, Estefanía sintió una emoción genuina de orgullo: ella también formaba parte de ese equipo.

Ella también quería volver a subirse a ese escenario.

Ese deseo la hizo recordar el plan de rehabilitación que había dejado pendiente. Así que, después de que todos se marcharon, se dirigió sola al salón de ensayos.

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