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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 255

—Yo… —Benicio se quedó mudo; por más que intentaba hablar, nadie le prestaba atención.

Al final, tuvieron que llamar a la policía. Se comprobó que Benicio sí era el esposo de Estefanía, pero aun así se negaron a darle la llave. ¿La razón? “¿Quién sabe si ya están divorciados?”

Benicio se quedó sin palabras. Por más que intentó explicar, no logró nada y acabó por rendirse con la llave, pero suplicó que al menos le devolvieran el llavero.

—¿Podría decirme a qué ciudad fue mi esposa después de dejar la habitación? —preguntó Benicio en la recepción, apretando el llavero en la mano.

La recepcionista le lanzó una mirada de fastidio.

—¿No que muy esposo? ¿Y ni siquiera sabe a dónde se fue su esposa?

Benicio entendió que no sacaría nada más de ahí.

...

La tarde caía sobre Venecia. Las luces encendidas le daban vida a la ciudad. En la plaza principal, las palomas volaban por el aire y una chica rubia, vestida con un elegante vestido rojo, cantaba ópera acompañada por un violinista.

Estefanía, Noel, Katia y otra chica del grupo acababan de bajar de una góndola.

Estefanía tenía problemas para caminar, así que cuando Noel bajó, regresó para ayudarla.

Pero la góndola se tambaleó de repente, y Estefanía perdió aún más el equilibrio. Noel la sostuvo casi al vuelo, de un modo que, visto desde lejos, parecía que Estefanía se arrojaba a sus brazos.

En cuanto Estefanía logró ponerse de pie, miró hacia adelante… y vio a Benicio entre las sombras de la noche.

¿Benicio? ¿Qué hacía él en Europa?

Benicio la miraba con el ceño fruncido y se acercaba paso a paso.

Katia y la otra chica también vieron a Benicio; sus miradas cambiaron de inmediato.

Noel, que apenas notó la tensión, se volteó. De pronto, un puño ya venía hacia él.

—¡Estás loco, Benicio! —gritó Estefanía, apartando a Noel con fuerza. El golpe de Benicio casi le da a ella en la cabeza.

Pero Benicio no se detuvo, y siguió tras Noel, decidido a golpearlo.

Noel también se encendió, y girando las muñecas, le gritó:

—¡Ya era hora de que te atrevieras, Téllez! ¡A ver si es cierto!

Benicio no contestó ni una palabra, solo apretó la mandíbula y lanzó más golpes hacia Noel.

Estefanía comenzó a desesperarse.

¿Cómo podía dejar que esto pasara? Noel tenía que bailar, ¿y si se lastimaba? ¡Ni siquiera en la cara podía permitir que lo golpeara!

Pero Benicio, como si hubiera perdido la razón, no escuchaba nada de lo que ella le decía.

Los dos hombres estaban a punto de enfrascarse en una pelea de verdad.

Desesperada, Estefanía se metió entre ambos y, aprovechando que Noel todavía tenía algo de sentido común, le habló:

—¡Tú regresa, Noel!

Noel, preocupado por ella, se negó de inmediato.

Estiró la mano para jalarla.

Pero Estefanía se mantuvo inmóvil.

—Benicio, yo no pienso volver.

Lo dijo con una calma tan profunda, como si nada hubiera pasado entre ellos, como si fueran dos desconocidos. Ni rastro de amor, ni de odio.

Los ojos de Benicio se abrieron con incredulidad; tras el shock, la rabia volvió a crecerle por dentro.

—¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Crees que por venir a buscarte vas a seguir haciendo lo que se te antoje? ¡Por eso Gregorio y los demás dicen que te consiento demasiado! ¡Te das el lujo de hacer lo que quieras porque sabes que te lo permito!

Si querer divorciarse era actuar por capricho, entonces sí, ella era caprichosa.

—Dilo como te dé la gana, Benicio. Estos días he sido más feliz que en los últimos veinte años. Por favor, déjame en paz, y haz lo mismo contigo. Ve con tu Cris y vivan su historia.

El color se le fue del rostro a Benicio, que de la palidez pasó al enojo, y luego a la furia. De repente, señaló a Noel y soltó, sin medir su voz:

—¿Feliz? ¿Con ese tipo que acabas de conocer ya eres más feliz que en todo lo que vivimos? ¿Qué has hecho con mi dinero? ¿Sin lo que yo te di, crees que estarías así de feliz? ¿Y dónde dejas a la abuela? ¿Todo lo bueno que ella hizo por ti vale menos que ese tipo?

Estefanía lo miró con absoluta tranquilidad.

—No todo el mundo vive pensando solo en cosas de pareja. Y sobre la abuela, está bien. Lo que pase entre ella y yo no es asunto tuyo, no te metas.

—¿No es asunto mío? —preguntó Benicio, dolido—. ¿Ahora resulta que soy un extraño?

—¿Y qué si no? ¿Acaso te apellidas Navas?

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