Benicio S.A.
La reunión de la mañana se había prolongado durante cuatro horas, y ni cuenta se dieron de que ya era más de la hora del almuerzo. En la sala de juntas, de repente cayó un silencio pesado.
Los presentes se miraban unos a otros, nerviosos.
Ya habían terminado de tratar todos los temas del día, solo estaban esperando a que el señor Benicio diera por concluida la sesión. Sin embargo, él seguía absorto en sus pensamientos, como si aún quedara algo pendiente.
Gregorio tosió bajito, intentando romper la tensión.
—Señor Benicio, ¿hay algo más que quiera agregar?
Benicio volvió en sí como si despertara de un sueño.
—Ah, no, ya está. Gracias a todos por el esfuerzo. Terminamos aquí.
Apenas los empleados se pusieron de pie, la puerta de la sala se abrió y una voz alegre los sorprendió.
—¡Ay, qué bien trabajaron todos! Les traje comida, vamos a comer aquí mismo en la sala.
Cristina entró con una sonrisa que iluminaba el lugar, cargando dos bolsas enormes llenas de comida para llevar.
—Todavía hay más afuera, abran estas primero, yo voy por el resto.
No tardaron ni un segundo en estallar los vítores.
—¡Guau, la señora nos invita! ¡Gracias!
—No, no, ¿cómo vamos a dejar que ella cargue todo sola? ¡Nosotros ayudamos!
—¡Gracias, señora! ¡Tenerla es una bendición para la empresa!
De pronto, todos comenzaron a llamarla “señora”, y Cristina, entre risas y ojos entrecerrados, respondió juguetona:
—¡No sean así! Ustedes son los que se parten el lomo por la empresa, ¿qué me cuesta traerles de comer? Ustedes son el verdadero motor de todo esto.
Luego volteó hacia Benicio.
—Beni, tu comida está en la oficina. ¿Vas a comer allá o te quedas aquí?
Otra ronda de carcajadas y bromas inundó la sala.
Benicio se volteó y vio que los ojos de Cristina brillaban con lágrimas contenidas.
—Beni, yo tampoco entiendo por qué empezaron a decirme señora… —Cristina se limpió las lágrimas del borde de los ojos, luciendo muy dolida.
—Ay, tampoco es para tanto, solo es una forma de llamar, nada más —intervino Gregorio—. Además, pues ya… eres la señora, aunque sea la joven.
Benicio apretó los ojos, y en su mente volvió esa mañana que prefería no recordar.
—Todo fue mi culpa… —Cristina tenía los ojos enrojecidos, la voz entrecortada—. No debí venir… Solo… solo escuché a Gregorio decir que últimamente han estado muy estresados… Por eso quise ayudarles con algo… Fue mi error… Perdón, Beni… Ya no vuelvo a venir…
El nudo que tenía Benicio en el pecho se aflojó por fin. Soltó un suspiro y dijo:
—No tienes la culpa. Sé perfectamente cómo eres, nos conocemos de años, ¿cómo no voy a entender? El problema es mío…
Después de ese suspiro, sacó su celular, abrió el chat con Cristina y le transfirió una suma de dinero.
—He estado muy ocupado estos días. Si quieres algo, cómpralo tú misma.
—¡Beni! —Cristina explotó—. ¿Qué crees que soy para ti?

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...