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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 3

Benicio había roto su promesa y bebido alcohol.

Se notaba en su voz: incluso parecía un poco borracho.-

¿Pero Benicio, así, gritando de esa manera? Era difícil de creer.

La imagen que Estefanía tenía de Benicio era muy distinta: en la prepa, había sido el típico genio distante, siempre serio mientras resolvía problemas de matemáticas, e incluso en la cancha, cuando alguna chica se le acercaba para darle agua, él jamás les hacía caso.

Después, ya como su esposo, Benicio se volvió aún más reservado y educado. Sus emociones estaban tan bajo control que nunca mostraba alegría ni enojo; siempre se mantenía con esa actitud impasible, tan calmada que, a veces, cuando Estefanía rozaba por accidente sus dedos, le daba la impresión de que hasta su piel era fría como el mármol.

En el video, la cámara pasaba de un rostro a otro, y fue entonces cuando ella lo vio: Benicio, con las mejillas ligeramente sonrojadas por el alcohol, los ojos llenos de brillo, levantando su vaso ante la cámara y soltando una carcajada sonora.

—¡Bienvenida a casa, Cris! —gritaba.

Así que, también sabía reír.

También podía mostrar pasión.

También podía llamar a una chica por su apodo.

Solo que nunca le sonreía a ella. Nunca era cálido con ella. Y, por supuesto, nunca usaba su apodo.

...

—Señora, ¿ya se va a levantar? —la voz de Elvira resonó desde la puerta.

La vida de Estefanía era tan predecible que Elvira, al ver que aún no había movimiento en la recámara, temió que necesitara ayuda. Al fin y al cabo, la pierna de la señora seguía dándole problemas.

Estefanía dejó el celular a un lado.

—Ya voy, salgo en un momento —respondió, la voz entrecortada y un poco ronca, al borde del llanto.

Para el desayuno, Elvira había preparado tapas. Estefanía apenas pudo comer una; la comida se le atoraba en la garganta.

—Señora, ¿qué quiere para la comida y la cena? —Elvira le acercó un vaso de leche.

—Lo que sea, tú decide... —Estefanía estuvo a punto de decir “prepara lo que le gusta al señor”, pero se detuvo y tragó las palabras.

Elvira, acostumbrada a la rutina, entendió lo que no se dijo y se apresuró a aclarar:

—El señor avisó que hoy no vendrá a comer. Dijo que tiene una reunión importante.

Estefanía asintió.

Por supuesto, no vendría a comer. Apenas hace un rato, ella había visto en redes sociales cómo Cristina publicaba un calendario detallado de las comidas de la semana: quién la invitaría, qué le antojaba. [Nada como el cariño sincero de mis hermanos mayores. ¡Soy la consentida de la familia!]

La última vez que lo presentó, meses atrás, no alcanzó la puntuación que quería. Pero como el plazo para aplicar a la universidad estaba por cerrarse, envió su solicitud aun así, sin esperar ser aceptada. Ahora, con la admisión en mano, había vuelto a agendar el examen para mañana.

Por suerte, la escuela permitía entregar el resultado después.

—Pero... —Elvira miró su pierna, inquieta—. Mejor la acompaño, ¿sí?

—No hace falta, es una reunión solo de amigas. Si vas, me complicas la vida —Estefanía mantuvo el mismo gesto neutro.

—Entonces, le aviso al señor que sale —Elvira no quería cargar con la responsabilidad si algo le sucedía.

—No te molestes. Que disfrute su reunión tranquilamente. Cuando termine con mi amiga, le llamo para que pase por mí —contestó Estefanía, tomando su bolso antes de salir.

Por las dificultades de su pierna, Benicio había comprado un departamento de un solo piso para la pareja. Así, ella podía tomar el elevador y bajar sin problema.

Apenas pisó la calle y sintió el sol, agachó la cabeza, encogió los hombros, se puso una gorra y subió el cuello de su abrigo.

Desde que su pierna quedó así, la Estefanía llena de confianza, la que brillaba sobre el escenario, había desaparecido.

Ahora, la Estefanía “coja” ya no tenía el valor de enfrentarse a la mirada de los demás.

Elvira siempre le insistía que, si iba a salir, lo mejor era ir acompañada de Benicio o de ella misma.

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