—Ajá —asintió Rubén mientras sacaba varios pares—. Ya se apartaron todos. Antes, cuando los clientes querían comprarlos, ella nunca aceptaba, pero ahora, de pronto, dijo que sí. Hay mucha gente esperando para hacer pedidos. Les dije que no, que la diseñadora misteriosa no acepta más encargos. Y aprovechando que vine, voy a pagarle los gemelos.
Gilberto sostenía los gemelos de diamante morado, tan exquisitos y únicos, que su mirada se volvía cada vez más sombría.
Estefanía ni se imaginaba lo que sucedía afuera. Vestía un elegante vestido color champán y, apoyada en su asistente, salió del probador.
—¿Qué te parece? ¿Se ve bien, hermano? —le preguntó a Gilberto, un poco incómoda al caminar.
Era el color que solía gustarle a Estefanía, ese tono cálido y suave que resaltaba su dulzura.
—Te queda muy bien —afirmó Gilberto, observando a su hermana—, pero… todavía está lejos de lo que busco.
Luego le lanzó a Rubén una mirada fulminante.
—¡La reina más deslumbrante de toda la sala! —exclamó Rubén, dirigiéndose al asistente—. Tráeme el vestido rojo, el de corte vintage.
En cuanto sacaron el vestido, Estefanía quedó boquiabierta.
El rojo era tan hermoso…
No era ese rojo chillón que salta a la vista, sino un tono profundo, elegante y clásico, con un aire de nobleza y distinción. El escote bajo le daba un toque sofisticado. Solo imaginarlo con un collar de rubíes era suficiente para saber que robaría todas las miradas.
Gilberto asintió con satisfacción, finalmente convencido.
Justo iba a decirle: “Pruébatelo”, cuando una voz interrumpió desde la entrada.
—¡Ay, ese vestido está precioso! Fabiana, ¿puedo comprarlo?
Alguien se lanzó directo hacia el vestido.
Cristina.
No fue, pero Fabiana le regaló una barra de chocolate sin decir nada. En el envoltorio personalizado se leía: “Que tengas un buen día”.
Después, a veces se cruzaban en la tienda de Rubén, y solo se saludaban con la cabeza y recogían la ropa. Siempre, Fabiana le regalaba una sonrisa amable.
Solo una sonrisa, pero en esos cinco años de matrimonio, había sido de los pocos gestos amables que había recibido.
Por eso, no podía odiar a Fabiana.
Lo que no entendía era por qué Fabiana estaba ahí, comprando ropa con Cristina.
En ese instante, Estefanía le sonrió a Fabiana con la misma calidez con la que ella la había tratado antes.
Pero Cristina ya se había adelantado y le hablaba al asistente.
—Quiero probarme este vestido, ¿sí? ¿Me ayudas? Gracias.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...