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El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 307

—¿Por qué? ¿Qué pasó? —preguntó Ernesto, desconcertado.

Últimamente, la esposa de Ernesto estaba embarazada y él pasaba menos tiempo con ellos, así que no estaba al tanto de muchas cosas.

—No es nada —contestó Gregorio—. Estefanía regresó, y Cris tiene miedo de que Estefanía malinterprete las cosas, así que ya no se atreve a andar con Beni.

Benicio arrugó la frente, pero aun así dijo:

—No es para tanto. Llévala contigo, y dile que es la asistente de la empresa.

—Está bien —asintió Gregorio—. Entonces… ¿quieres que le compre un vestido?

—Hazlo —respondió Benicio—. Yo te transfiero el dinero.

Gregorio no dijo nada más.

...

Al día siguiente, en Estudio Creativo Rubén.

Estefanía ya había contactado con Rubén antes, avisando que pasaría a elegir un vestido. Así que la asistente del estudio preparó una fila de vestidos según sus medidas y gustos, y el propio Rubén la esperaba en la tienda.

En cuanto Estefanía apareció del brazo de Gilberto, Rubén casi saltó de su asiento.

Estefanía se sobresaltó. ¿Desde cuándo Rubén era tan efusivo?

Pero para sorpresa de Estefanía, Rubén se lanzó directo hacia Gilberto.

—¡Oye! ¡Mira nada más, si regresaste al país! —soltó Rubén con entusiasmo, y al ver a Estefanía tomada del brazo de Gilberto, y recordando que ambos se apellidaban Navas, preguntó—: Ustedes…

—Así es, es mi hermana —dijo Gilberto sonriendo.

—¿Por qué nunca lo dijiste? —Rubén miró a Estefanía—. ¡Con razón se me hacía tan conocida! Hasta pensé que era cosa del destino, de esas historias de otras vidas… ¡Pero es que se parecen un montón!

Estefanía, que no paraba de reír con la plática de los dos, siguió a la asistente mientras esta sacaba los vestidos del perchero.

Rubén, entonces, se inclinó hacia Gilberto y le habló en voz baja:

—Tu hermana… se ve mucho más feliz ahora.

La expresión de Gilberto cambió ligeramente.

—¿Acaso antes no estaba bien? —preguntó, con una inquietud que no pudo ocultar—. ¿De verdad era tan evidente que estaba mal, al punto que cualquiera lo notaba?

Rubén negó con la cabeza.

—No era solo que estuviera mal… daba lástima verla —respondió, con sinceridad—. Tiene una chispa muy especial, no importa a qué se dedique. Antes, cuando bailaba, le decían La Golondrina. Luego, cuando La Golondrina se lastimó el ala, vino aquí para encargarse de la ropa de su esposo. Se obsesionó con dejarle un sello único a cada prenda, así que diseñaba mancuernillas especiales… No sabes cuánta gente quería tener unas iguales.

—¿Mancuernillas? —Gilberto se sorprendió—. No tenía idea de esa parte.

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