[Benicio: ¡Manda tu ubicación!]
[Diego: ¡A ver, ven y pégame si te atreves!]
...
El mismo ciclo una y otra vez.
Estefanía podía imaginarse perfectamente a Benicio, del otro lado de la pantalla, con el celular temblando en la mano del coraje, pero ¿no era esto demasiado absurdo?
Volvió a leer los mensajes que él le había mandado antes y no pudo evitar pensar que ese tipo era aún más fastidioso de lo que recordaba.
“¿En serio van a hacer una fiesta hoy?”
“¿Te pone tan feliz el divorcio? ¿Lo esperabas desde hace mucho?”
Hasta le había mandado fotos.
“¡Mírate! ¿Has visto cómo te ríes? ¿Alguna vez te reíste así cuando estabas conmigo?”
“Ahora entiendo por qué querías divorciarte tan rápido, seguro ya lo tenías todo planeado.”
“¿Es por ese tal Roldán? ¿Desde cuándo andan juntos?”
“¿Desde la primera vez que me hablaste de divorcio? ¿O fue desde que él te regaló flores?”
Estefanía sentía que ese hombre de verdad no tenía remedio. ¿Con qué cara venía a reclamarle eso? Y sobre las flores... ni siquiera se acordaba de ese supuesto detalle.
—Somos solo amigos —le respondió, pensando en evitarle a Noel cualquier problema innecesario.
Pero parecía que esa respuesta le había picado el orgullo, porque de inmediato comenzaron a llegarle los mensajes como si hubiera activado una alarma.
“¿Amigos? Estefanía, tienes un hogar, eres casada, ¿desde cuándo un amigo te regala flores?”
“¿Un simple amigo te invita a giras fuera del país?”
“¿Un amigo cualquiera se desvela buscando doctores para tu lesión?”
“¿Un amigo está ahí todos los días ayudándote a recuperarte?”
Lo único que le provocaban esos mensajes era una risa sarcástica. Así que respondió rápido: —Sí, ¿y por qué un amigo hace todo eso? ¿Será porque no tengo esposo?
La abuelita, con una sonrisa de esas que te calientan el alma, miró a Estefanía y a Gilberto.
—¿Ven? Les dije que no era nada grave. Ustedes se preocupan demasiado.
¿Cómo no iban a preocuparse?
Para Estefanía, su abuelita era la persona más importante en la vida. De niña, fue ella quien la cuidó y la protegió. Ahora que había crecido, le tocaba devolverle todo lo que le había dado, acompañarla y consentirla en su vejez. No podía permitir que le pasara nada.
Después de la revisión de la abuelita, el doctor Torres examinó el pie de Estefanía.
Reconoció que había mejorado un poco en el último mes, pero el avance era tan pequeño que casi daba lo mismo. A ese ritmo, nadie podía asegurar cómo terminaría todo.
Al escuchar ese diagnóstico, Gilberto y la abuelita se miraron con preocupación.
Pero Estefanía, en cambio, se encogió de hombros, tranquila.
—No pasa nada. Ya me acostumbré. No me afecta en la vida diaria, y la vida no es solo bailar. Hay muchas otras cosas que puedo hacer.
Su voz sonaba tan convencida que, por un momento, incluso la abuelita y Gilberto se sintieron un poco más tranquilos.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Baile de Despedida del Cisne Cojo
Es verdad sale muy caro liberar capitulos...
Muy bonita la novela me encanta pero pueden liberar mas capitulos yo compre capitulos pero liberar mas capitulos sale mas caro...
Muy bonita novela desde principio cada capítulo es un suspenso...