El Baile de Despedida del Cisne Cojo romance Capítulo 35

Benicio enloquecido… eso sí que Estefanía no lo conocía.

Desde que lo conoció, siempre fue como esa neblina que baja al atardecer en la sierra, o como los bambús que se pierden entre los árboles: distante, envuelto en un halo imposible de descifrar, imposible de alcanzar. Incluso después de casarse con él, seguía igual. Siempre con una barrera invisible entre los dos.

Pero ahora, en ese momento, Benicio de verdad se veía fuera de sí. Había algo en sus ojos que nunca antes le había mostrado.

Estefanía no podía apartar la mirada de su camisa, que se había abierto de golpe, revelando los músculos tensos de su torso. El susto la hizo refugiarse más dentro de la sábana.

—Benicio, ¿qué estás haciendo? —preguntó, apretando la sábana contra su cuerpo.

—¿Tú dime qué crees que voy a hacer? —contestó él, la voz cargada de una rabia inusual—. Eres mi esposa, comes de mi mano, usas mi dinero, ¿y te juntas con otros para perjudicarme? A ver, ¿qué crees que debería hacer?

—Yo no… —Estefanía dudó. Al principio ni siquiera pensó en explicar nada, pero la forma en que él la miraba, la presión que se sentía en el aire, le hizo pensar que esa vez sí podría hacer una locura.

De pronto, Benicio desabrochó el cinturón y ella, envuelta en la sábana, trató de escapar por el otro lado de la cama.

No le funcionó. Benicio se abalanzó sobre ella y la sujetó junto con la sábana, trayéndola de vuelta.

—¡Benicio, suéltame! —gritó, forcejeando.

Pero él ni se inmutó.

En cuestión de segundos, la sábana que la protegía terminó en el suelo. Benicio comenzó a jalarle la pijama. El recuerdo de la última vez que él había perdido el control, borracho y furioso, todavía la perseguía. Estefanía cubrió su pecho con ambas manos, empujándolo como podía, pero el ímpetu de Benicio era imparable.

El cinturón de él le raspó la piel, haciéndola doler, y él apartó sus manos de un tirón. Ella, desesperada, gritó:

—¡Benicio! ¡Ya basta! ¡Deja de hacer locuras! ¡Fíjate bien quién soy!

No sirvió de nada.

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